Capítulo 54 | No te sientas culpable

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Cuando sientes que todos tus días son grises u oscuros, el dolor en tu pecho se agranda y con el pasar de los minutos te sientes más acorralada y agobiada.

Eso es lo que sucede con Daniela, y se comprende tras la pérdida que ha sufrido. Su madre Carla, sus amigos y su novio la comprenden, y cada día le hacen saber que están con ella para apoyarla. Sin embargo, ella se siente agotada.

Se siente cansada por sentirse tan apagada. Suele sonreír frente a los demás, pero aún le es muy difícil sobrellevar la muerte de su madre.

Aún le duele demasiado no haber tenido esa segunda oportunidad.

Ya no está viviendo en la casa de su madre Adelaida, sino que hace unos cuántos días ya han regresado a vivir a la casa de su madre Carla.

Hoy es lunes, inicio de la segunda semana de clases y, haciendo el máximo esfuerzo, Daniela termina de alistarse para ir a la universidad.

La jovencita está sentada frente a su tocador, y a través del espejo, observa los girasoles que están en el florero.

Las lágrimas inundan sus ojos al recordar que, cuando era niña, Adelaida siempre le daba un girasol en su cumpleaños y en el Día del Niño, y cuando la veía dar vueltas le decía: "Mi solecito está girando con su girasol". Mientras tanto, las risas de la pequeña Daniela se escuchaban hasta lo más alto.

—Mamita, te extraño. —Daniela cierra los ojos y se permite derramar la primera lágrima del día.

La culpa de no haberle regalado un girasol a su madre por última vez, ahora, le embarga.

Ella se mira al espejo, y sin esperárselo se concentra en sus pecas.

Su madre también las tenía.

Ahora se toca su largo y lacio cabello castaño, y al acariciar sus dos mechones azules, sonríe con tristeza.

Si su madre Adelaida hubiera tenido esa segunda oportunidad, hubiera aprovechado en llamarle la atención a Daniela por pintárselo de ese color.

Daniela menea la cabeza, al sentir que el corazón se le oprime.

—Tengo que ser fuerte —dice Daniela.

Ella toma aire con fuerza y se seca las lágrimas. Se pone de pie, y se pone su mochila al hombro.

Emilio está esperándola en la sala, y cuando Daniela llega a él, se saludan con un beso casto en los labios.

Carla los invita al comedor. Desayunan tranquilos, pero ni Carla ni Emilio pasan desapercibido el semblante decaído de Daniela.

—¿Estás segura de ir a clases? —le dice Carla a su hija.

Daniela asiente lentamente con la cabeza.

—Tengo que ir —dice Daniela —. Este sexto ciclo está más fuerte que el anterior y no puedo atrasarme.

—Si necesitas ayuda en lo que sea, solo dímelo, por favor —le dice Emilio.

Daniela le sonríe, y regresa su mirada a su plato de desayuno.

Aún falta mucho para que sea las 8:00 am. Así que, puede comer con tranquilidad.

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La hora del almuerzo ya va acabando, y aún falta una clase más.

La primera clase para Daniela no ha sido tan aburrida. Sin embargo, no ha prestado mucha atención por divagar en los recuerdos de su madre Adelaida.

Varias veces tuvo que ir al baño cuando sus ojos se le llenaron de lágrimas, y aunque ella insistió en su interior para que no lo hicieran, Fabián y Madison fueron tras ella.

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Where stories live. Discover now