Capítulo 58 | No quiero que nos separen

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❁ MADISON 

—Madison, ¿mi hija está contigo?

Escuchar la voz de Lorenzo en este momento me hace tragar saliva con fuerza por primera vez.

—¡Mierda! —Me incorporo con el corazón latiéndome bruscamente —. Tengo que actuar rápido antes de que...

—Ok, tengo una copia de tu llave —dice mi madre, y siento que mi corazón se paraliza —. Voy a entrar, Madison.

¡Maldición! Mi sangre se congela y mi cuerpo se pone rígido.

Madison, ¡haz algo!

Siento como si mi propia alma abandonara mi cuerpo cuando veo el movimiento de la manecilla.

—¡No, madre!...

Con el corazón en la boca, salgo desnuda de la cama, corriendo hacia la puerta, sin pensar en absolutamente nada.

Solo actúo como si esto decidiera mi supervivencia y felicidad.

Son solo cuatro metros y picos los que separan a mi cama y a mi puerta, y durante esos segundos suplico que mi velocidad sea más rápida que mi madre abriendo esa puerta.

Faltando escasos centímetros, un escalofrío recorre mi cuerpo cuando la manecilla deja de girar, lista para abrirse.

¡Mierda!... Perdón, madre, pero tengo que hacerlo.

Justo cuando empieza a abrir la puerta, yo llego para cerrarla de golpe en su cara.

—Madison, ¡qué te pasa!

¡Mocosa malcriada!

¡Cállate!

Mi madre intenta empujar la puerta y yo hago presión para que no lo logre, mientras ahora siento a mi corazón latirme en los oídos.

Miro en dirección a Chiara, y todo en mi interior se encoje cuando la veo temblar debajo de las sábanas, que en este momento la cubren desde los pies a la cabeza.

—Lo siento... —Carraspeo cuando la voz me tiembla —. Lo siento mucho, madre. Solo que no puedes entrar, porque... —Cierro los ojos con fuerza, mientras empiezo a sudar frío.

No se me ocurre nada. ¡Mierda! Siento que incluso mi cerebro se mantiene nublado.

—Madison, solo abre la puerta, por favor —dice Lorenzo.

Su voz provoca que de nuevo mire a Chiara, y me parte el alma al verla llorando en silencio. Ahora mantiene su cabeza descubierta, pero su cuerpo sigue temblando, mientras empuña con fuerza las sábanas.

En sus ojos veo el miedo, y sé que ella también puede notarlo en los míos. Sin embargo, a pesar del terror que ha acelerado más mi pulso, no puedo dejar que esto termine así.

Respiro hondo y me concentro en la situación.

—Perdón, madre, pero me ha venido la regla. ─Trago saliva con fuerza para fortalecer mi voz ─. Mi cama está hecha un desastre y no quiero que me veas así.

Se forma un gran silencio, y la incertidumbre se posa en mi pecho, mientras mi cuerpo también empieza a tiemblar.

Y mira que hace pocas horas estuviste temblando por otra cosa.

¡De nuevo te pediré que te calles!

—Oh, hija. Lo lamento —dice mi madre.

¡Carajo! ¡En hora buena!

Siento que mi alma regresa a mi cuerpo cuando dejo de sentir su intento por abrir la puerta.

—No te preocupes, madre —le digo, mirando fijamente a Chiara.

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Where stories live. Discover now