Capítulo 88 | Entre la vida y la muerte

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Dos personas inconscientes, en una camilla cada una, recorren los pasillos del hospital, mientras les proporcionan oxígeno. Van en un apuro que asusta a todo aquel que se les cruza en el camino.

La sangre de Madison ha cubierto la mayor parte de su estómago. Su pantalón de mezclilla tiene gotas sangre y sus manos también está manchadas de este líquido espeso.

─¡Debieron sacarle la cadena! ─dice la doctora corriendo al lado de la camilla, al sentirse fastidiada por el enorme ruido del conjunto de eslabones.

El símbolo de la opresión sigue sujeta al tobillo de Madison y se arrastra por el piso durante este recorrido angustiante.

─Solo tuvimos cabeza para mantenerla con vida, doctora ─dice el paramédico que avanza apresurada a su lado.

La doctora no le responde, y se apresura más en llegar a esas dos puertas grandes que están al frente suyo.

─Tú te quedas ─le dice la doctora al paramédico, y él le obedece ─. Ya cumpliste con tu labor. Ahora es mi turno.

El paramédico observa a Madison ser ingresada a la sala de emergencias.

Dos enfermeros le impiden el paso a Karen y a Alonso. Ella suplica por la vida de su hija, mientras Alonso la abraza bajo un llanto que no puede controlar ninguno.

El paramédico los observa, sintiendo el miedo de que Madison pierda la vida. Si lo hace, sería alguien más a su lista de personas que no ha podido salvar.

─¡Con permiso! ─dice una doctora a unos pocos metros.

Karen y Alonso reaccionan y se apartan del camino. Al igual que los demás familiares de otros pacientes, los padres de Madison sienten otro peso del dolor cuando Fabián pasa por su lado en la camilla. Ellos no pueden reconocer al jovencito por todos los golpes y la sangre que lo cubre de pies a cabeza.

─Es la viva imagen de Jesucristo ─dice una anciana, y se persigna con lágrimas en los ojos, mientras observa la corta cadena sujeta al tobillo de Fabián.

El conjunto de eslabones a penas roza el suelo, mientras el jovencito es llevado en la camilla.

La sangre que brota de las piernas de Fabián ha manchado todo su pantalón. Su casaca cortavientos, al estar abierta, deja a la vista el pecho malherido del jovencito.

─Si se salva será un milagro ─dice la hija de la anciana.

Fabián ingresa a la sala de emergencias, y los enfermeros de nuevo impiden el paso de familiares. Esta vez, es Inés a la que le dicen que no puede pasar.

Hanna le abraza, intentando calmarla, pero es en vano. Ninguna palabra de aliento puede calmar a Inés, a Karen ni a Alonso.

Los tres solo suplican que sus hijos se salven.

La madre de Chiara, también suplica lo mismo, mientras cierra los ojos sin dejar de abrazar a Inés. El recuerdo que tiene Hanna la llena de culpa.

Ella reconoció al hombre que sacaron esposado de aquella Casa en Canta.

Hanna no podía creer cuando el capitán Medina señaló a su padre como el autor del disparo.

Karen lo reconoció como el abuelo de Chiara y se quedó pasmada, mientras Alonso intentó abalanzarse sobre Jackson, quién ya había frenado sus pasos al ver a su hija Hanna. Ella empezó a temblar de miedo y sus lágrimas cayeron en silencio, mientras Alonso era detenido por dos oficiales para que no atacara a Jackson.

Alonso dejó de hacer fuerza cuando Hanna llamó "Papá" al hombre que le disparó a Madison. Inés también se quedó perpleja ante esa revelación.

El capitán Medina le pidió a su hermana Karen y a Inés que vayan detrás de las ambulancias, porque Madison y Fabián son lo que importan ahora. Las dos mujeres le hicieron caso. Por eso, junto a Alonso se subieron a la camioneta.

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora