Capítulo 84 | Seguir de pie

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Nota: ¡Hola, prohibid@s! En los dos caps. anteriores me faltó agregar un detalle: Los chicos secuestrados están descalzos. Así que, solo para echarle sal a la herida, imagínense a Daniela corriendo descalza, mientras huye de Alberto... Solo era eso. Ahora sí, ¡a seguir leyendo!

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CHIARA

─¡Te lo dije! ¡Te dije que le podrían hacer daño! ─Karen no deja de golpear el pecho del señor Alonso ─. ¡Tengo miedo!

Abro mis ojos, sintiendo a mi corazón querer salirse de mi pecho.

Observo mi triste apariencia en el espejo.

¡Ojalá pudiera contener mis lágrimas!... Pero no puedo, y me molesto conmigo misma.

Lo que Karen nos dijo hace una hora aún sigue circulando en mi mente como pinzas que amenazan abrir la cicatriz de mi cabeza.

No entendía por qué le decía esas cosas al señor Alonso, después salir del lugar donde estaba el vecino Thomas, pero todo tuvo sentido cuando contó en medio de su llanto lo que ese hombre le dijo.

«Alberto es el asesino serial. Él secuestró a mi niña», esas palabras de Karen fueron las primeras que me dejaron paralizada.

Sigo sin poder entender por qué el vecino Alberto si siempre fue tan generoso y amable con nosotros.

Pero eso ya no importa ahora... Solo importan ellos.

Quiero saber dónde los tiene. Quiero volver a ver a Madison. Quiero volver a ver Fabián y a Daniela.

Siento varios hoyitos en mi pecho con solo imaginar su desesperación y su miedo.

Me altera demasiado que los minutos transcurran y aún no estén con nosotros. Ya son las ocho de la noche y los oficiales siguen interrogando al vecino Thomas.

Ojalá tuviera el poder de invadir la mente de cualquier ser humano para poder entrar en la cabeza del vecino Alberto y saber de una vez dónde están mi mosquetera y mis amigos.

Me cubro la boca cuando me entran las ganas de gritar.

No quise volver a casa. Mi papá nos insistió a Javier y a mí a irnos de la comisaría, pero nos negamos. Lo menos que quiero es estar lejos de esto.

Javier sigue haciéndole compañía a los más grandes. Puedo sentir el dolor de todos ellos, y a mí también me desespera y duele todo lo que está pasando. Me estuve aguantando las ganas de llorar frente a ellos, porque no quería que me obligaran a ir a casa al preocuparse por mi salud. Por eso, me vine a encerrar al baño, aunque sea por cinco minutos.

La cabeza no deja de punzarme, pero sé que puedo soportar... Yo sé que...

─Esto no puede estar pasando. ─Aprieto los labios, mientras mis lágrimas se deslizan sin control.

Mi interior grita aún más, y me cuesta tanto poder callar estas emociones que tratan de oprimirme el pecho.

«Me dijo que Alberto es su hermano», con temor recuerdo las palabras de Karen.

Todo este tiempo el vecino Thomas y el vecino Alberto nos estuvieron engañando, y se me dificulta respirar al darme cuenta de la realidad. Los chicos no han sido secuestrados por cualquier homicida, sino por el mismo hombre que hace daño a sus víctimas sin remordimiento.

Y eso... Eso me provoca varias punzadas en el corazón.

Ya me estás preocupando, Chiarita.

Me toco la cabeza al sentir una presión allí. Me esfuerzo por calmarme. Solo hace dos semanas me operaron, y se siente horrible que mi cabeza aún esté en riesgo por las fuertes emociones.

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Where stories live. Discover now