Capítulo 41 | El sabor del karma - Parte 2

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MADISON

El ceño fruncido de ese hombre desaparece al verme llegar a él.

—No me asusta con su mirada —le digo al hombre —, pero sí me incomoda demasiado, y no solo a mí, sino también a los míos. ¿No le han enseñado que es de mala educación quedarse mirando a la gente?

—¿Eso fue plantado por la sociedad? —Su voz se escucha muy áspera —, aquella que de seguro debes repugnar por juzgar y prohibir ciertas cosas —dice, mirando atrás mío.

Trago saliva con fuerza al intuir a lo que se refiere.

—Deje de incomodarnos —le digo, expresando mucho con mi mirada.

—Mi intención no era esa, pero buscaré no hacerlo a partir de ahora —dice aquel hombre.

Se arma un silencio, que me hace escuchar con claridad los pequeños ruidos de la noche.

De cerca se puede apreciar lo joven que aún es este hombre. Por supuesto, ha de estar en la fila de los 30, pero tan viejo tampoco es. Además, su rostro..., las facciones de su rostro siento que las conozco de algún lado.

Ahora soy yo la que frunce el ceño al no poder recordar... Cuando eso sucede, lo más probable es que venga de un recuerdo de mi infancia.

—Hasta mañana, señorita —dice aquel hombre.

No evito poner los ojos en blanco.

—Ojalá fuera hasta nunca —le digo.

Doy media vuelta y regreso con Chiara.

—No debiste hacer eso —me dice.

—Tenía que enfrentarlo. Quién cree que es usted para ir incomodando a la gente —le digo.

—¿Qué te dijo? —dice Chiara, mientras saco las llaves de mi chaqueta.

—Que su intención no era incomodarnos —le digo —. Así que, dejará de hacerlo.

Cuando consigo abrir la puerta de nuestra casa, primero hago que ella ingresa y luego yo le sigo.

—En qué piensas —le digo.

—¿Qué? —dice mirándome.

—Siempre frunces los labios hacia un lado cuando te quedas pensativa —le digo.

—Vaya, me conoces muy bien —dice, cruzándose brazos.

—¿Y tú no a mí? —Le sonrío de lado, y paso por su lado.

Siento sus pasos atrás de mí.

—Le haré su mazamorra a mi mamá —dice atrás mío.

—Bien. Te ayudo —le digo, y cambio mi rumbo hacia la cocina.

A llegar allí, veo que no hay nadie, y una vez que Chiara ingresa, cierro la puerta de la cocina con llave.

—Ven para acá. —La jalo hacia mí.

Su pecho choca con el mío, y no demoro en besar sus labios.

Los hago míos como a ella le gusta, y no puedo negar lo placentero que se siente contentarla con mis caricias, mis besos y mis halagos. No soy yo la que tiene todo bajo control, sino es ella la que me tiene bajo su control.

Es ella la que controla cada parte de mí cuando me tiene en sus brazos, y la que gobierna mi corazón con su mera existencia.

Por ella lo arriesgo absolutamente todo, y si nos toca perder, lo haremos sujetadas de la mano y estando juntas, jamás separadas.

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Where stories live. Discover now