Capítulo 89 | La esperanza en sus ojos

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08 de diciembre

Alberto apunta con la escopeta a Daniela, mientras ella corre atrás de su libertad.

Alberto jala el gatillo y, por un certero disparo hacia los pies de Daniela, ella cae abruptamente al suelo.

Los pájaros huyen de los árboles, mientras Alberto procede a caminar apresurado hacia Daniela.

Ella tiembla en el suelo, gimiendo de dolor por su tobillo herido.

Daniela siente a su pecho oprimirse cuando se da cuenta que Alberto ya ha llegado a ella.

─Te faltaba solo dos metros para llegar ─dice Alberto, y Daniela llora con más fuerza ─, pero lo hecho, hecho está... Ahora solo queda continuar.

Alberto no lo piensa dos veces. Deja su escopeta en la tierra y carga a Daniela en el hombro.

─¡Suéltame! ─dice Daniela, muerta de miedo.

Alberto ignora las súplicas de Daniela y decidido camina hacia el bosque.

Daniela va empezando a sentir nauseas, mientras entre lágrimas ve todo al revés y su tobillo le sigue quemando y sangrando.

Daniela siente tanto miedo de lo que Alberto le haga.

No quiere que la haga más daño a ella ni a sus amigos, y continúa suplicándole a Alberto que los deje ir, mientras golpea la espalda del hombre en medio del bosque sombrío.

─¡Ya, cállate! ─dice Alberto.

Daniela llora angustiada al sentir los brazos del hombre aprisionar con más fuerza sus piernas, mientras él la sigue cargando en su hombro.

Alberto no necesita una linterna. Conoce el camino perfectamente y la luz de la luna le ayuda.

Los minutos transcurren y al fin llegan a la pequeña casa de piedra, cuya puerta está bajo un candado.

Alberto baja a Daniela de su hombro y la hace caer con brusquedad en la tierra cubierta de plantas. Ella grita porque su tobillo herido se lastima más, mientras que el otro tobillo continúa con la cadena suelta.

Daniela, a pesar del dolor, se arrastra por el suelo para alejarse de Alberto, y el hombro pisa con fuerza la cadena. Daniela llora con más impotencia al ver que no puede alejarse, ni mucho menos ponerse de pie.

El tobillo le sigue doliendo y ardiendo. La bala no le penetró el hueso, pero sí le abrió la piel al rozarla.

Alberto busca las llaves en su bolsillo, sin dejar de pisar la cadena de Daniela.

Alberto consigue abrir el candado de la puerta, y sonríe. Toma a Daniela de los cabellos, e ignora sus gritos, mientras la arrastra hacia el interior de la pequeña casa.

Todo deja de estar oscuro cuando Alberto enciende la luz.

Solo es un viejo foco que cuelga en el techo. Daniela observa la luz artificial, mientras está tirada boca arriba en el suelo, que no es más que tierra con pequeñas piedras y pocas plantas brotando.

Daniela respira con dificultad, porque el miedo le aprieta el corazón cada vez más fuerte.

Tiene miedo a que Alberto se le suba encima y le desgarre el alma. Quiere seguir luchando, pero tiene miedo a perder en esa lucha.

Su optimismo la ha abandonado, y se pregunta a sí misma si debe cerrar los ojos e irse de la realidad para no sentir a Alberto lastimarla.

─Volveré para curarte esa herida ─dice Alberto de repente.

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Where stories live. Discover now