Capítulo 20 | Traición y calidez

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CHIARA

—No digas nada que pueda alarmar a los demás —le digo de inmediato a Madison con la voz entrecortada.

Hemos venido aquí para que Javier la pase bien, y no quiero que, por mi culpa, su noche se arruine.

—¿Qué ha pasado? —me dice Madison, y mis lágrimas se desbordan con más fuerza al recordarlos.

—Mejoraré si vienes pronto. Aquí te cuento —le digo, y escucho que le dice una mentira a los demás para salir del restaurante.

—¿Dónde estás, Chiara? —dice Madison.

—En el baño del primer piso, que está al lado de los juegos para niños —le digo.

—Ahí voy —me dice, y la llamada se cuelga.

La desesperación en su voz ha sido muy notaria, y me siento culpable por preocuparle, pero en serio necesito a alguien conmigo en este momento.

Volver a ver a Elías y a Lorena, después de tanto tiempo, me cayó como un baldazo de agua fría. Ellos eran mis mejores amigos. Fueron las personas que alguna vez quise demasiado, y que al final se convirtieron en las manos que me apuñalaron una y otra vez.

¿Por qué a mí? ¿Por qué conmigo? ¿Por qué tuvimos que terminar así?

La respiración se me paralizó por segundos, y las lágrimas inundaron mis ojos al verlos platicando en el patio de comida. Ambos se miraban con una sonrisa, mientras mantenían sus manos unidas. Cuando Elías desvío la mirada hacia mi dirección, justo una lágrima rodó por mis ojos, y luego rodaron más, mientras Lorena me miraba detenidamente.

Ambos hicieron el ademán de levantarse de sus asientos, y yo en medio de la tristeza, reaccioné, y de inmediato me alejé más de ellos.

Me metí a los servicios higiénicos, y decidí encerrarme en uno de los cubículos vacíos.

—¡Chiara! —La fuerte voz de Madison inunda el lugar, y decido salir del cubículo.

Ella me mira preocupada, y varios sollozos escapan de mí. Bajo la mirada al no poder sostenérsela.

Siento sus brazos enrollarme con fuerza, y no demoro en aferrarme a ella.

—Estoy aquí, Chiara. Me tienes contigo. —Me acaricia la cabeza y la espalda —. ¿Qué ha pasado? —Me acerca a los lavabos, y se moja las manos —. ¿Quieres hablar aquí? Mejor vamos a otro lugar —dice, mientras me lava el rostro con sus manos.

—No quiero encontrármelos. No ahora —le digo a Madison, suplicante.

—¿De quiénes hablas? Chiara?

Echo un suspiro, y me miro al espejo. Jamás había visto mi rostro afligido, y me da tanta pena que Madison se preocupe mucho al verlo.

Inhalo y exhalo, tratando de calmarme, y miro a Madison a través del espejo. Empiezo a contarle de quiénes hablo y lo que ha sucedido.

Ya ha pasado mucho tiempo desde que Lorena, Elías y yo dejamos de ser mejores amigos, y hasta ahora aún me duele nuestros recuerdos juntos y la ausencia de ambos. Aunque nadie pueda comprenderlo, lloro por la amistad que se terminó, y no por la traición que ambos cometieron.

Yo les perdoné su traición a ambos hace mucho tiempo, y también estuve dispuesta a darles otra oportunidad si ellos venían a pedírmela, pero jamás lo hicieron. Así que, me dolió saber que ellos jamás se preocuparon en recuperar mi amistad.

Cuesta aceptar que yo no era una pieza fundamental en sus vidas, sino una pieza más para desechar.

Durante mucho tiempo me arrepentí en haber aceptado ser la novia de Elías cuando era mi mejor amigo. Tenerlo como novio nos hizo más cercanos, pero al mismo tiempo se sentía la presión de un compromiso con intensidades. Yo jamás pude estar en sus brazos como el quería, porque... simplemente yo no tenía esa voluntad de mostrarme ante sus ojos como vine al mundo.

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Where stories live. Discover now