Capítulo 46 | Buenas nuevas y malas nuevas

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MADISON

Siempre deseé tantas cosas con Chiara, a pesar de saber que lo nuestro podría ser algo difícil de aceptar. Definitivamente, eso no me impidió tener deseos que por varios años consideré inalcanzables..., pero aquí estamos.

Estoy en la cama de la mujer de la que vivo enamorada. La tengo dormida entre mis brazos, mientras me cautivo viéndola respirar tan calmada.

En hora buena, hoy también tendremos la casa para nosotras solas, lo que posiblemente indica que de nuevo la escucharé en calma después de hacerle al amor.

Agradezco que mi padre me llamara para avisarme que recién regresará en la noche, porque hoy es el cumpleaños de sus suegros. Le aseguré que Chiara y yo estaremos bien, y por supuesto que no sería mi padre si no diría ningún comentario bromista.

—Pórtense bien. No hagan travesuras —dijo mi padre, y mi sonrisa se agrandó.

Después de colgar la llamada, me fijé si Chiara seguía dormida, y evidentemente ella continuaba soñando tan profundo. Ya ha pasado como media hora y aún sigue durmiendo plácidamente.

Si soy sincera, me gustaría ver sus ojos y sonreír por el brillo que se plasma en ellos al mirarme.

De forma inevitable, cierro los ojos cuando otro recuerdo llega a mi mente.

—Permíteme ver tus esmeraldas —le dije, mientras llenaba de caricias a su delicada vulva.

Quería ver sus ojos cuando llegara a sentirse en lo más alto, y eso fue lo que sucedió, mientras sus dedos se clavaban en mi brazo.

Cada momento vivido de anoche han formado un vaivén en mi mente desde que desperté.

Mirándola fijamente, sin dudarlo declararía que la mejor música que cautivó a mis oídos han sido sus gemidos, aquellos que expulsó mientras, con tanto esmero, besé partes de su preciosa anatomía que jamás habían sido besadas.

Las zonas sensibles de su cuerpo, como sus senos, disfrutaron de mis caricias, y a causa de lo intensas que fueron, su cuerpo se retorció de placer.

Para mí el cuerpo de Chiara siempre ha sido un apreciado mapa, que cada minuto de mi vida deseé explorar en cada rincón y descubrir los tesoros que estos escondían.

La humedad nos acompañó a ambas, porque a pesar de que su boca no exploró todo mi cuerpo y sus manos tampoco navegaron por mis zonas más íntimas, el gozo de Chiara incrementó el mío.

Puede ser que mi despistada no me besó ni tocó como yo lo hice con ella, pero jamás en mi vida había tenido varios orgasmos en una sola noche, y algunas partes de su cuerpo fueron testigos de la cúspide de mi placer.

¿Mi momento favorito? Cada beso, cada caricia, cada posición de nuestros cuerpos, y cada orgasmo han sido mis favoritos, pero algo que me tiene al borde de la locura es el recuerdo del exquisito vaivén que formamos, estando yo en medio de sus piernas.

Esos movimientos en esa posición nos dieron nuestro último orgasmo, y al recordar las palabras de Chiara, mi sonrisa se agranda.

—No imaginé que se sentiría tan... —dijo agitada —, extremadamente bien.

Chiara abrazó mi cuerpo, y nos cubrí con las sábanas. Observé su rostro, y me sorprendí por el color de sus mejillas, que estaban muy rojas, pero deduje que era por el calor del momento. Tenía otras zonas de su cuerpo igual de rojas, pero eso ya se debía a mi apetitosa boca.

—Veo que te gustó, mi despistada. —Le sonreí y acaricié sus mejillas.

—En realidad, todo me encantó, mi mosquetera. —Chiara entrelazó nuestras manos, y besó el dorso de mi mano —. Gracias por esto.

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Where stories live. Discover now