Capítulo 34 | Fuerza y Pasión

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CHIARA

Prohibido... A caso, ¿lo dije porque no podemos besarnos, ni tampoco querernos como lo hacemos?

Desde pequeña me han enseñado que lo prohibido es algo que amerita una sanción, porque las personas lo juzgan como malo o incorrecto. Entonces, ¿ambas merecemos ser castigadas?

¿Te das cuenta de que estás hablando en plural?

Sí, y aún me cuesta creer que ella siente lo mismo que yo.

¡Carambolas! ¡Madison también me quiere de la misma forma en como yo la quiero!

¿Desde cuándo? ¿Cómo sucedió? ¿En qué momento exacto pasó?

Es Madison quien toma asiento primero en el sofá, mientras aún se muestra sorprendida, pero también llena de intriga.

Yo aun estando un poco desorientada por el beso, me siento a su lado.

Ese beso...

Fue la mejor mezcla de sabores que he probado en mi vida.

—No hagas eso, por favor —dice Madison.

—Qué cosa. —Me muestro curiosa.

—Lamerte los labios, Chiara —dice con la mirada fija en mi boca —. Cuando lo haces, es más difícil controlarme en este momento.

—Oh, entiendo —le digo, y echo una suave risa.

Madison suspira y desvía la mirada a otro lado donde no esté yo.

Observo su perfil, y siento varios cosquilleos en mi estómago. Madison me gusta demasiado, y no lo digo solo por su físico, sino por absolutamente todo. Eso lo tengo muy en claro desde hace mucho tiempo, y eso es lo que me impulsa a confesarme.

—Estoy enamorada de ti —le digo a Madison.

Ella no demora en volver a mirarme. Las lágrimas están acumuladas en sus ojos, y me entristece verla tan afligida.

¿No te responderá lo mismo?

Trato de tocar sus manos, pero ella niega con la cabeza.

—Es mi culpa por haberme acercado a ti, ¿cierto? —dice Madison alterada —. Todo empezó después de que te enteraras de que yo era lesbiana, ¿no es así? —Sus lágrimas empiezan a desbordarse.

Me parte el alma conocer esas heridas que no puedo ver con mis ojos, pero puedo verlas en los suyos.

—¡Madison! —La sujeto de los hombros.

—No, Chiara —dice Madison.

Ella se remueve como si el contacto la lastimara, pero yo me niego a soltarla. Así que, hago lo que ella siempre ha hecho conmigo.

—No es así, Madison. —Acurruco su rostro en mis manos —. No fue tu culpa. Tú no tienes la culpa de que esté enamorada de ti desde hace mucho tiempo.

Ella niega con su cabeza, y se echa a llorar. Yo no demoro en abrazarla.

—Esto es un sueño. Es un maldito sueño —dice Madison, y me duele verla tan indefensa.

—Yo no lo llamaría maldito —le digo en medio de sollozos.

—Lo es, Chiara —dice, y me mira con detenimiento —. Lo es porque al saber que estás enamorada de mí como yo lo estoy de ti, me será muy difícil dejarte ir.

Un sollozo fuerte escapa de mi interior tras escuchar sus últimas palabras.

—Debí evitar que esto sucediera —dice Madison, y ahora soy yo la que no puede calmarse.

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Where stories live. Discover now