Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?

Capítulo 83 | Lo hecho, hecho está - Parte 2

Esta es la segunda parte del capítulo 83. No olvidarse de leer antes la primera parte. Se los recuerdo porque ya ha pasado con otras personitas.

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Febrero del 2015

Alberto ríe al igual que todas las personas en el teatro.

Por el día de San Valentín, decidió premiarse con una obra teatral de comedia.

Siempre le gustó el arte de la actuación. Alberto piensa que debe ser increíble meterse bajo la piel de un personaje.

La función termina y los aplausos estallan.

Tras unos pocos minutos, Alberto sale del teatro y no puede evitar sentirse solo de nuevo.

Saca el celular de su bolsillo, porque este empieza a timbrar.

Es una compañera de la cafetería la que le invita asistir a una fiesta cerca de la playa. Alberto lo piensa por unos segundos, y al final termina accediendo para que la chica deje de insistir.

Él sabe que la joven está interesada en él, pero Alberto no se siente listo para que lo abracen o lo besen. Una vez lo intentó y lo único que imaginó fue a su agresor haciéndolo.

Le dio mucho asco y ya no quiso volver a intentarlo.

Alberto coge un taxi y se dirige al lugar que su compañera le ha enviado por mensaje.

Pasan varios minutos, y Alberto queda sorprendido de que se trate de un lugar cerca al mar. Por la ventana del auto observa a varias personas alrededor de una fogata, y otras preparando sus tiendas de dormir.

Alberto deduce que están aquí para acampar.

«Bueno, yo solo me quedaré por dos horas», dice Alberto en su interior.

Baja del taxi, y tras pagarle al conductor camina por la arena en dirección a su compañera.

Ella lo saluda muy jovial, pero no intenta abrazarlo, porque no quiere ser rechazada como la primera vez.

Alberto recibe la lata de cerveza que la joven le da. Ella le presenta a sus amigos, y él los saluda con un apretón de manos. Alberto participa en los debates que se plantean, y varias personas se sorprenden por lo bien que habla.

─Qué estudias ─le dice un chico.

─Repostería y pastelería ─dice Alberto.

─Deberías ser político ─le dice el chico con gracia.

Muchos ríen. Incluso, Alberto suelta una pequeña risa.

─Siempre admiré a mi tío por su buena oratoria ─dice Alberto ─. Quizá lo aprendí de él.

─Eso suena lindo ─le dice una chica ─. Por si acaso, ¿tu tío es guapo como tú?

Otra vez se escuchan las risas, y Alberto esta vez no sonríe. Con la pregunta inocente de la joven, Alberto se pierde en los momentos vividos con su tío.

Alberto se acomoda los lentes para observar mejor el movimiento de las olas.

Él recuerda las veces que fueron a la playa en familia. En su mente se recrea la vez que juzgó fútbol sobre la arena con su tío, mientras su tía tomaba sol sin dejar de sonreírles.

Alberto regresa a la realidad y pasa saliva.

─¿Estás bien? ─le dice su compañera, mientras los demás jóvenes siguen platicando.