Capítulo 11 | Un sabor dulce

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CHIARA ❁

—¡Morado! —dice Madison, y asiento con una sonrisa.

—Hola. ¿Puede darme un algodón de azúcar color morado y otro de color celeste, por favor? —le digo a la vendedora, y ella muy amable me los da.

Siendo honesta, a mí me gustan de todos los colores.

Para mi cumpleaños número siete, cuando mi mamá aún vivía conmigo, me sorprendió junto a papá con una fiesta decorada de algodones de azúcar de varios colores. Luego, para mi cumpleaños número 12, cuando mamá ya no estaba conmigo, pero Karen y Madison sí, mi papá me sorprendió con una fiesta en el jardín, decorado con varios algodones de azúcar de todos los colores.

Me gustó ver a Madison disfrutar de los algodones de azúcar tanto como yo.

Sonrío por esos recuerdos que llegan a mi mente, mientras corro hacia la camioneta.

Son varios carros que están detrás de nosotros, y la mayoría ya ha empezado a tocar el claxon.

¡Pero si no me demoré nada!

—Lo siento —le digo al señor Alonso, tras subirme a la camioneta.

Él no demora en hacer avanzar el carro.

—Toma. —Le entrego contenta a Madison su algodón de azúcar.

—Gracias —dice Madison con una pequeña sonrisa.

Miro, a través de la ventana, el hermoso lugar que nos rodea.

—¿Y para nosotros no hubo uno? —dice el señor Alonso, y miro a Madison.

Ella no demora en poner sus ojos en blanco.

—Chiara y yo sabemos que a ustedes no les gusta —dice Madison.

Karen asiente con una sonrisa, dándole la razón.

El señor Alonso busca un lugar para estacionarse y, cuando lo logra, descendemos de la camioneta.

No hay muchas personas, y supongo que se debe a que es lunes. Aunque, tampoco hay pocas personas.

Primero, nos dirigimos al baño, y antes de ingresar, Madison y yo ya nos hemos terminado nuestros ricos algodones de azúcar.

Karen nos pide volver a ponernos el bloqueador y, de paso, el repelente. Cuando termino, aprovecho en mojar mi cabecita para luego volver a ponerme mi sombrero.

¡Sí que es refrescante!

Salimos del baño, y el señor Alonso no demora en llevarnos hacia la laguna. Me emociono al ver los botes en forma de cisne.

—Esto será divertido —dice Madison, mirando detenidamente a su papá con una sonrisa y los brazos cruzados.

Ambos voltean a mirarnos a Karen y a mí.

—Si ambas se suben en el mismo bote, probablemente terminen chocando o volteándose —nos dice el señor Alonso.

Karen no demora en dirigirle una mirada homicida, mientras Madison y yo reímos.

—Bien. Chiara vendrá conmigo, y tú irás con mi madre —dice Madison, y yo echo un suspiro lleno de alivio.

Karen me mira indignada, y el señor Alonso también.

—No, no... —Trato de excusarme, pero no se me ocurre nada.

—Bueno, creo que es lo mejor —dice Karen, y me abraza de lado —. Quienes no tenemos práctica con aquellos que sí la tienen. —Asiento con mi cabeza, dándole la razón.

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Where stories live. Discover now