Capítulo 50 | Un compartir de lágrimas - Parte 2

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MADISON

Me gustaría decir que hoy desperté de maravilla, ya que siempre es así cuando duermo con Chiara. Sin embargo, tuve que tranquilizarla para que deje de pensar en esa lechuza.

Solo fue un animal. No siempre debe significar algo. Por lo tanto, nadie va a morir.

Chiara, por ser muy sensible, lloró al sentir miedo. Incluso, tuvo una pesadilla. Así que, ni bien despertó tuve que abrazarla fuerte para que recordara que estoy con ella, protegiéndola.

Tomó algo de tiempo, pero al final pude sacarle una sonrisa.

Hubiera deseado seguir estando con ella en la cama, pero su madre nos interrumpió para avisarnos que el desayuno ya estaba listo.

Esa es la razón por la que todos estamos comiendo en el jardín a esta hora tan temprana.

Mi madre quiso que desayunáramos con Lorenzo, y como quise seguir complaciendo a Chiara, no me negué.

He visto lo contenta que se pone, al vernos comer a todos en una sola mesa, y por nada del mundo le negaría algo que le hace feliz.

—¿Cuándo regresan a clases, chicas? —dice Hanna.

—Dentro de una semana, mamá —le dice Chiara.

—Qué rápido pasa el tiempo —dice Lorenzo, y no evito mirarlo fijamente.

Él mira a su hija sonriente, y puedo ver lo orgulloso que está.

—Sí, nuestra pequeña ya no es tan pequeña —dice Hanna.

Miro a Chiara, y sonrío disimuladamente al notar sus mejillas sonrojadas.

A mi despistada aún le intimida ser el foco de atención.

—Pero hay algo que me preocupa —dice Lorenzo.

Siento su mirada sobre mí. Así que, nuevamente lo miro, mientras mastico el trozo de plátano de mi ensalada de frutas.

—¿Qué sucede? —le digo, y él expulsa un suspiro.

—¿Sabes algo de ese muchacho Simón? —dice Lorenzo.

Mi ceño se frunce aún más.

—¿Qué hay con él? —digo, metiéndome un trozo de manzana a la boca.

—¿Él ha sido el único pretendiente de mi hija? —dice Lorenzo.

—¡Papá! —le dice Chiara, mientras yo sonrío de lado —. Ya te dije que solo es mi amigo.

—¿Es cierto eso, Madison? —dice Lorenzo.

—Qué pesado eres con ese tema —le dice mi madre.

Hanna ríe, mientras miro mi plato de ensalada para evitar reírme.

Pobre Lorenzo. Nadie lo apoya.

—Cree en la palabra de nuestra hija —dice Hanna —. Si ella dice que no ha tenido pretendientes, yo le creo.

Miro a Chiara, y sonrío con complicidad cuando nuestras miradas chocan.

—Porque sé que nuestra hija no nos oculta las cosas. ¿No es así, cariño? —dice Hanna.

Chiara mira a su madre, y puedo darme cuenta de que traga saliva con fuerza.

Yo también lo hago disimuladamente.

Las mejillas de Chiara se van poniendo rojas, y eso es suficiente para que entre en acción.

—Por supuesto que no, Hanna —le digo, y rápidamente me mira —. Confíen en ella.

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Where stories live. Discover now