Capítulo 40 | Sin un color de rosa

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CHIARA

Cada vez que Madison mantiene su rostro tan cerca del mío, me hace recordar las veces que siempre anhelé tenerla así conmigo, y pongo mis manos en su mejilla para reafirmar que esto real y no un producto de mi imaginación.

Lo nuestro es real.... Después de tanto haberlo anhelado, forma parte de nuestra realidad.

Cada vez que junto mi frente a la de Madison, siento esos cosquilleos por toda la cabeza, que arman una sensación cálida demasiado agradable.

Sus oscuros ojos marrones me desarman cada vez que me contempla, y me hace echar jadeos de fascinación con sus labios sobre mi piel.

Nunca antes había besado con tanto sentimiento e intensidad, pero ella llegó para hacerme probar todos los días cómo se siente hacerlo. No solo son mis labios los que son acariciados apasionadamente por los suyos, sino también mi cuello.

Cada vez que ella me besa siento el incremento de mi adrenalina. Siento que todo se paraliza a mi alrededor, y lo único que se mueven son nuestros labios, mientras que lo único que se escucha son nuestras respiraciones cargadas de un éxtasis incontrolable.

Cada vez que miro sus ojos, me doy cuenta de que quiero hacer todo con ella.

Quiero que seamos solo uno, mientras la luz de la luna nos alumbra y las estrellas brillan como mis ojos cada vez que la miro.

—Por qué me miras así —dice Madison con una sonrisa.

Hace media hora vino a mi habitación, y por eso estamos echadas en mi cama, mientras ella me lee uno de mis libros favoritos.

—¿De qué forma te miro? —Le sonrío —. ¿Con amor? —le digo, subiéndome en su encima.

Madison y yo juntamos nuestros labios y, de inmediato, sus brazos se enrollan en mi cintura al estar sentada a horcajadas sobre ella. Mis manos pasan a enterrarse en su oscuro cabello, mientras nuestras lenguas se enamoran en una danza cargada de pasión.

Me apego más a ella, al mismo tiempo que sus manos pasan a acariciar la piel de mis piernas. Tan solo llevo un vestido corto, y en este momento, sentir su tacto eriza mis vellitos más que el mismo frío.

—Madi...

—¿Chiara, estás ahí? —Mi mamá toca la puerta.

Madison y yo miramos asustadas hacia esa dirección cuando mi mamá gira la manilla.

—Menos mal le eché llave —le digo a Madison.

Sonrío cuando besa mi mejilla, y me da palmaditas en la pierna para bajarme de su encima.

—Sí, mamita. Un momento, por favor —le digo a mi mamá, acomodándome el vestido.

Madison se vuelve a echar en la cama como si estuviera leyendo, y cuando veo que ya todo aparenta lucir "normal", ya no demoro más en abrir la puerta.

—¿Madison? —dice mi mamá al ingresar a mi habitación —. ¿Por qué la puerta estaba con llave? Tú nunca la echas —me susurra.

No puedo evitar pasar saliva con fuerza.

—Buenas tardes, Hanna. ¿Todo bien? —Madison le sonríe y se levanta de la cama.

Mi mamá nos mira con el ceño fruncido, y siento que a mí me va a dar un patatús cuando empiece a sospechar.

—Gracias, Chiara —me dice Madison —. Necesitaba desahogarme con alguien —. Madison mira a mi mamá. —Ya sabes, Hanna. Cosas de chicos.

—Oh, claro. —Mi mamá sonríe —. ¿Y a qué hora van a ir a esa fiesta?

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Where stories live. Discover now