Capítulo LXXI: Excesivas cargas

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MEREDITH

—Tengo la sensación de que me estás viendo la cara de estúpida.

—Un poco —admitió.

—¿Qué es este sitio?

—Ahí dentro está quién buscas, de nada.

—¿Cuál es el truco? —pregunté.

—No hay truco, estás aprendiendo la lección —sus palabras seguían transmitiéndome desconfianza.

—No te creo.

—Ya lo verás. Si quisiera matarte lo hubiera hecho hace tiempo y mucha gente me lo agradecería —dijo naturalmente lo que ya ambos sabíamos.

Siendo de madrugada no me fiaba de estar en un lugar extraño con gente desconocida. Me gustase o no, ya estaba muy lejos para dar media vuelta e irme y, además, seguía queriendo demostrar que yo sola podía traer a Bernard y los otros idiotas no; por más juntos que decidieran trabajar.

—Estará durmiendo. Tendrás que esperar a que despierte —volvió a hablar.

—¿Y después qué?

—Después puedes irte o quedarte. Si haces lo segundo prometo enseñarte algo útil. No soy malo, soy... un ángel —sonrió de lado y si no supiera quién es tal vez lo creería.

—¿Por qué harías algo así? —insistí.

—Me caes bien —dijo como si nada.

—No te creo.

—Tienes razón. Eres insoportable —admitió —. Pero desde que te secuestraron resulta que ahora en vez de una, debo cuidar de tres. Si te sirve de consuelo si te hacen algo no autorizado o que no sea de alguien de ellos me cortan algo que se llama polla y créeme que no es broma. Así que ahí tienes tu respuesta, rubia.

—Puedes irte a cuidar a otro, no te lo he pedido. Me valgo por mí misma.

—¿Alguna vez te han dicho que pareces un intento de copia de Neru? —sus palabras me molestaron — No lo tomes mal, mujer, pero ella también va con su "sé cuidarme sola" y luego ambas siempre acabáis juntas y en malas situaciones.

—¿Y qué culpa tengo yo?

—Las cosas son de la siguiente manera: tú haces caso y yo te protejo hasta que te vayas. Aquí únicamente están los que se encargan del sub-1 y son vigilados por ciertas razones. Si haces lo que digo será como que nadie te ha visto.

—¿Qué te hace pensar que aceptaría?

—Me lo hace pensar la falta de imposición que tienes. Y hablo de imponerse de verdad, no la de la faceta de loca desquiciada que usas y que usualmente eres.

¿Lo peor que me podría pasar? Acabar muerta, probablemente.

—Me vale un buen trozo de mierda. Saca a Bernard y llévanos de vuelta.

—No todo es como quieres así que vas a tener que esperar.

—No quiero.

—No te he preguntado.

—Maldito idiota.

—Me dicen cosas más feas —le restó importancia —. Aprende algo, intentar sacar las uñas para atacar puede ser más inútil que usar el cerebro para pensar.

—¿Me lo dice un asesino? —ignoré su intento de consejo.

—Justamente porque te lo dice uno deberías de tenerlo en cuenta.

—¿Dónde se supone que voy a esperar a ese maldito niño?

—Sígueme, tengo el lugar idóneo para ti.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now