Capítulo VIII: Humillaciones iniciales ✔

15.3K 713 360
                                    

MEREDITH

Adry apareció y ordené que se quedara. Nadie estaba al tanto de lo que hacía, cosa que odiaba, siempre debía ser el centro de atención, era algo que me gustaba y disfrutaba en todo su esplendor.

—La última vez no te portaste muy bien —la miré directamente a los ojos.

—Señorita, tengo que seguir... —la interrumpí.

—No te he permitido que hables —me puse en pie ante la atención de la pobretona, la única que aparentemente parecía medianamente interesada por ver qué pasaba —. Discúlpate.

—Lo siento —murmuró.

—No te he escuchado —le hice una señal de repetición.

—Lo siento —volvió a decir.

—¿Lo siento, qué? —la miré desafiante.

—Siento lo que dije e hice la última vez, señorita Cliffort —agachó la mirada.

Agarré la taza de café, sin importarme que estuviera algo caliente, dispuesta a tirárselo por encima.

Mi atención estaba tan centrada en lo que iba a hacer que no supe en qué momento me fue impedido de la manera más humillante posible:

Una mano golpeó la mía e hizo que el contenido de dicho vaso cayera sobre mí.

Ante el suceso lancé un grito de horror, sorpresa y a la vez ardor. El café no solo acababa de provocar un estropicio en mi ropa, también el repugnante olor a cafetería iba a estar impregnado en mi piel hasta llegar a darme una urgente ducha.

Neru me la había jugado bien, pero se iba a entrar.




JAYDEN

—¡Bernard! —grité — ¡Ven aquí, maldito crío hijo de puta!

—¡Puta tu madre! —gritó.

Gracias a su grito lo localicé y lo sorprendí. Lo agarré del brazo para evitar que saliera corriendo una vez más.

—Me haces daño —trató de zafarse del agarre.

—Pues quédate quieto, maldito crío —siguió forcejeando.

—¡Ayuda! —gritó — ¡Que alguien venga a salvarme!

Lo llevé casi arrastras hacia fuera.

—¡Ayuda! —siguió gritando.

—¡Cállate! —grité con enfado.

—¡No quiero! —gritó con el mismo tono.

—¿No te podrías haber roto la cabeza en vez del brazo? —pregunté y me miró mal.

—¿No te podrías haber ahogado con tu cordón umbilical? —contraatacó.

—Bernard, Jayden —ambos escuchamos la voz de nuestra primera madre —, ¿qué es este escándalo?

Bernard aprovechó la distracción para soltarse.

—Jayden no me deja —acusó.

—Enculé, menteur —espeté.

—Jayden —soltó Madre a modo de reprimenda.

—Como si Bernard no se cagara en mis muertos a cada segundo.

—Dejad los escándalos —Bernard me sacó la lengua —. Bernard, te he visto —se cruzó de brazos —, ve arriba.

A regañadientes terminó obedeciendo.

El secreto de los CliffortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora