Capítulo XLV: Pecados ocultos

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MEREDITH

Al parecer a mis madres les había parecido gracioso mandarme a buscar a Neru como si fuera una especie de sirvienta.

Paré en seco al ver a Jayden salir de una de las habitaciones del fondo.

«El maldito viene de follar»

Podía reconocer ese aspecto de nuestros encuentros matutinos. Al parecer a Neru le gustaban mis sobras más de lo que pensaba.

—Te felicito —me acerqué a Jayden —. Primero Dustin y luego tú,  ¿por qué nos os montáis un trío ya de paso?

—¿Cómo los que hacíamos contigo? —lo miré mal.

—¿Qué le veis a esa imbécil?

Lo que más me jodía era saber que me molestaba ese hecho.

Podía follárselos si quería, de todos modos yo ya lo había hecho primera. ¿Qué mierda veían en ella?

—Deja tus berrinches para luego, no quiero soportar tu faceta de mimada.

—¿Y si se me escapa algo de esto delante de Padre o madres? —me hice la inocente.

Se acercó amenazante, pero a mi no me asustaba, habíamos crecido juntos, me conocía sus métodos de intimidación. Conmigo no funcionaban.

—No eres Bernard, a ti el título de reina del chantaje no te queda —soltó con repugnancia.

—Será divertido ver qué va a pasar después de que te la hayas follado de camino al funeral de una jodida imbécil —hablé con el mismo tono.

—Si tanto te molesta siempre puedes pasarte por mi habitación. Los viejos tiempos siempre acaban volviendo.

—Muy gracioso, no vaya a ser que me quede sin aliento de tanto reír —solté con ironía.

—El de los malos chistes es Dustin, no yo.

Ninguno dijo nada más, pasó por mi lado y se fue.

Fui hasta la habitación de Neru, al entrar no había nadie.

Odiaba tener que hacer el trabajo de las sirvientas, aquí la pobre era ella, no yo.

Esperé apoyada en la pared, no era difícil de creer que realmente se le habían colado entre las piernas. Dustin y Jayden siempre habían sido fáciles en la cama, así como unos desesperados.

—¿Qué haces aquí? —preguntó la fastidiosa luego de un rato y salir de lo que parecía darse un baño.

Le di una mirada de arriba a abajo, al parecer a todo el mundo le gustaba muy poca cosa.

—El desayuno —hablé con un tono neutro y me miró con desconfianza.

Aún se la tenía jugada, pero pensaba desquitármelas en cuanto llegáramos, ya era hora.

—Si eso es todo ya puedes irte —se cruzó de brazos.

—No soy una sirvienta para que me hables así —dije en el mismo tono.

—¿Y cómo quieres que te diga que te vayas de manera educada? —fue hasta su bolso.

—No podía esperar más de una ordinaria pobretona como tú —se giró y me miró de manera directa.

—No vas a arruinarme el día con tus malditos aires de grandeza. Tengo mejores cosas que hacer que aguantarte —trató de evitarme.

—¿Cómo follar con Dustin? O, ¿por qué no? Con Jayden.

—¿Y qué más te da? —soltó con fastidio — Tú también lo has hecho y lo tuyo técnicamente es peor que lo mío.

—Eso es cosa mía —se acercó.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now