Capítulo VII: Enseñanzas ocultas ✔

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DUSTIN

—Padre... —traté de hablar, pero, como era costumbre, me interrumpió.

—No te he preguntado si quieres, te lo he ordenado —habló.

—¿Para qué quieres que las vigile? —insistí.

—Solo limítate a hacerlo —me hizo una señal para que no contestara y preferí acatar la orden —. Ahora retírate y ve a casa de los Gorg o donde sea que vayan.

—Sí, Padre —hablé a regañadientes.

Pasé por su lado escuchando sus últimas palabras.

—No se deben de enterar —recordó.

Salí del lugar con prisa hasta mi auto, un Lamborghini Veneno plateado.

No solo iba a ser el niñero de Meredith, ahora para colmo también el de Neru.




NERU

No me gustaba la situación, Regina y Meredith estaban preparándose para ir al centro comercial y no sé qué cosas más, pero sabía que algo tramaban, en sus actitudes había algo.

Iba a estar alerta, confiar en desconocidos no era lo mío.

—Ya podemos irnos —anunció Regina tras un largo rato de haber llegado.

Salimos de su enorme habitación y nos topamos con su madre, o una de ellas, según sus normas.

—Nous partons, Mère —dijo Regina nada más verla.

—Le está diciendo que nos vamos —dijo Meredith a mi lado.

—Qui c'est celle la? —preguntó nuevamente.

—Nous sommes pressés, à bientôt —Regina retomó la conversación.

—Un plaisir de la voir —dijo Meredith con una sonrisa algo fingida.

—Un plaisir de la voir —imité a Meredith y las tres me miraron algo confusas al pronunciar bastante bien lo que segundos atrás había dicho.

—Le plaisir est pour moi —me miró detallándome —. Celine —se acercó.

—Neru.

—Nos están esperando —Regina volvió a hablar.

Su madre solo asintió y nos fuimos.

—Vamos en mi auto —dijo Meredith al ver que un hombre trajeado nos esperaba para entregar las llaves del auto de Regina.

—Vamos en el mío, ya lo tienen listo.

—He dicho que vamos en el mío —miré con atención la escena.

Regina trató de quejarse pero solo recibió una mirada fría.

—Trae el auto de Meredith —ordenó hacia el hombre trajeado.

—¿A dónde vamos? —traté de cortar el silencio incómodo que se estaba haciendo.

—No te preocupes por eso —dijo Meredith.

El hombre bajó del flamante coche y le entregó las llaves a su dueña.

—Tú vas detrás —habló hacia Regina.

—Pero siempre soy tu copiloto —se quejó.

—Hoy no —la ignoró.

Regina no dijo nada más y entramos. Tomamos rumbo y un rato después llegamos a una especie de centro comercial lujoso quema retinas.

Después de aparcar el auto fuimos hasta una cafetería. A lo lejos pude identificar al mismo castaño de ojos cafés con el que Dustin se lanzó bolas de papel en clase.

El secreto de los CliffortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora