Capítulo LXV: Tres en uno

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DUSTIN

—Llevamos como un día aquí, ¿debebía de asustarme? —preguntó Lars.

—¿Y por qué me lo preguntas a mí?

—¿Por qué estamos juntos, tal vez?

—No sé cómo actuar cuando unos tipos enmascarados te secuestran.

—Soy muy joven para morir —se lamentó.

—Lars, no empieces, no creo que a esta gente le haga gracia.

La puerta se abrió de golpe y nos callamos.

Un hombre nos dio una orden que no entendí por el idioma que hablaba.

En cuanto dio un golpe a la puerta nos pusimos de pie.

Hizo un gesto y lo seguimos. Al pasar por la puerta nos siguieron dos hombres armados.

—Déjalos aquí —escuché una voz que sonaba igual que un robot.

Me fijé en la vestimenta, botas de tacón alto, jeans rasgados y una camisa blanca con las mangas recogidas hasta medio besazo, mostrando un tatuaje de un tres en la muñeca izquierda.

—Tres —dijo como si fuera una presentación y volví mi atención al individuo que, por lo visto, parecía ser una chica.

Me fijé en su otra muñeca, tenía una T y una D un poco más abajo de la primera letra. Ambas decoradas. Al ser gruesa tenían unos extraños símbolos.

Nuevamente un tipo apareció y habló en un idioma que seguí sin identificar pero comenzaba a pensar que era ruso.

Hizo una señal y la mujer comenzó a caminar, el hombre nos vigiló mientras esperaba que pasáramos por delante y nos seguió custodiando.

Pasamos por un pasillo oscuro y al salir de ahí, la misma mujer, nos abrió la puerta.

Al pasar nos llevamos una sorpresa.

—Quieta —ordenó la chica a Meredith, la que estaba sentada en el suelo con dos hombres a su lado escoltándola —. La siguiente llega en unas horas, quietos los tres.

Dijo algo en ruso a los hombres y se alejaron.

—En cuanto llegue la última, fuera —informó.

Todos los individuos se fueron y nos quedamos los tres.

Meredith no se inmutó ni dijo nada.

Lars se acercó a ella mientras yo seguí sin moverme.

—¿Estás bien? —preguntó y se sentó a su lado.

No entendía su actitud, comenzaba a temerle a lo que les hubieran hecho.

Me acerqué lentamente y también me senté a su lado.

Observé su ropa, diferente a la de días antes. Su muñeca derecha estaba vendada y sus pies estaban descalzos.

—No hagas preguntas estúpidas —se limitó a responder.

Me fijé en su mano derecha, apoyada sobre su abdomen.

—¿Estás herida? —pregunté.

—¿A ti qué te parece? —dijo de mala gana.

Acerqué mi mano y la puse encima.

—Ahorrate la falsa preocupación —dijo firme.

—¿Falsa preocupación? —elevé una ceja — No te soporto muchas veces, pero no quiere decir que quiero que te pase nada malo.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now