Vista al pasado #13

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NARRADOR OMNISCIENTE

23 AÑOS ANTES

La flamante mujer se levantó de aquella cama.

Aquella noche con varios de sus amantes había sido más larga de lo deseada.

El efecto de las substancias nocivas provocó más euforia en aquel momento, al contrario que en este.

Se dirigió a su inmensa ducha y se relajó con el agua tibia y su jabón preferido.

Sirvió una copa de vino y bebió un sorbo dejando su cuerpo sumergido bajo el agua de la tina.

Era infeliz en aquel matrimonio y nadie la iba a obligar a fingir lo contrario.

Siguió sumergida en sus pensamientos con la copa de vino en su mano, la cual cada vez tenía menos contenido.

En acabarse, continuó con su baño y poco después salió de este.

En su habitación no había rastro de ninguno de los cinco hombres, todos eran conscientes de que el momento de morbo había acabado y cada uno podía volver a sus asuntos personales.

Se vistió elegante, como siempre, nunca perdía su glamour enfrente de la sociedad.

Bajó a desayunar y ordenó arreglar y limpiar su cuarto de inmediato.

Una de sus empleadas preparó su desayuno habitual.

—¿Otra vez follándote a cualquiera? —aquella irritable voz resonó por el comedor.

—Es mi casa y hago lo que quiera, es hora de que lo asimiles.

—Llevamos un año casados y sigues igual que antes de tan siquiera comprometernos —el hombre se sentó enfrente de ella.

—Cuando mejores en la cama tal vez deje de buscar lo que no me das.

Para él fue un golpe bajo, constantemente era humillado por ella.

—Trabajo como un esclavo y soy explotado por un hijo de puta y mi mujer me pone más cuernos que un reno.

—No soy tu mujer —sentenció.

—Estamos casados.

—Sigo sin ser tuya.

—Claro que no, eres más de tus amantes que de otra cosa.

—Soy de mi misma, querido —agarró el periódico y lo ojeó.

—No me desvivo para que tengas que humillarme de esta manera.

—Nadie te obliga. A unos metros tienes una preciosa puerta por la que salir y no volver nunca jamás. Mi casa agradecerá no tener tu presencia.

—Intento que esto funcione dos—esos reclamos apenas le eran de importancia.

—Exacto, lo intentas, yo no. No me interesa —dijo sin despegar la vista de aquellas páginas —. Y date una ducha, hueles a tierra mojada y ensucias mis sillones, cuestan más que tu jodida vida.

—¿Vas a restregarme que esta también es tu casa?

—Solo te voy a restregar que es mi casa de vacaciones de invierno de este año. El año que viene me iré a otra y así sucesivamente, ¿para qué restregarte una si tengo más?

—Se me olvidaba tu humildad —ignoró su sarcasmo.

Su desayuno llegó.

—Feli, tráeme algo de desayunar —ordenó él.

La señora de edad avanzada dio la clásica contestación con el gesto de respeto obligado que debían hacer.

—¿Qué se siente estar arriba y caer en un pozo de desesperación, miseria y pobreza? —preguntó dando un sorbo al jugo.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now