Capítulo XLVI: Envidia

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MEREDITH

Salí hacia mi habitación, aunque a la suerte le apreció gracioso encontrarme con Mutter.

—¿Qué hacías en la habitación de Jayden? —preguntó con su tono serio tan característico.

—Nada —mentí.

—No mientas.

—Hablábamos —me miró nada convencida.

—A tu habitación —ordenó.

—Son las cinco de la mañana, voy a desayunar.

Después de follar me daba hambre.

—Te he dado una orden —a regañadientes fui hasta mi suite y me siguió. Me iba a caer una reprimenda.

—Ahora vas a decirme la verdad —entró y cerró la puerta.

—Mutter, no soy una enferma. Estábamos hablando.

—Te voy a dar una última oportunidad —advirtió.

—Si ya sabes lo que hacíamos, ¿para qué preguntas? —me miró sin expresar absolutamente nada.

—Las tres sabemos lo que hacéis, resulta que hemos criado a tres enfermos.

—Yo no estoy enferma —la miré mal —. ¿Desde cuando follar es de enfermos?

—Desde que es con tu propia familia —repuso.

—Dustin y yo no nos parecemos en nada, seguro ni nos parió la misma —me miró mal por mis palabras —. Y de Jayden ya ni hablo.

—No me hables de esa manera.

—Que sensible —en su mirada solo veía como me iba a ganar un problema por responderle.

Efectivamente fue así, me soltó una fuerte bofetada que me dejó sorprendida.

—No vuelvas a faltarnos el respeto, somos tus madres, no sabes lo que hemos hecho por vosotros y no voy a permitir que nos trates como se te dé la gana. A nosotras nos respetas.

Mutter me había pegado. Era la primera vez, ninguna de ellas podía hacerlo.

—¡No puedes pegarme! —grité.

—¡No vas a decirme que hacer, solo eres una consentida malcriada!

Sus palabras no me afectaban, las palabras de Dustin y Jayden tratándome de todo me habían hecho acostumbrarme a que cualquier insulto me lo podía pasar por donde me daba la jodida gana.

—¡A mí me crió Padre, no te atrevas a volver a tocarme! —me agarró fuertemente de la muñeca.

—¿O qué vas a hacer? ¿Decirle que te he levantado la mano? No creo que saber que la adoración de sus ojos es una amante del incesto y que hace cuanta porquería con sus hermanos le vaya a gustar.

—¡Suéltame! —apretó el agarre.

—Hemos pasado por muchas cosas como para dejar que una niña que apenas hará sus dieciocho nos trate como le dé la gana.

—¿Y a ti que más te da? —me soltó.

—Para esos encuentros antes de que alguien se dé cuenta y todos nos metamos en problemas.

—Haré lo que quiera, para algo es mi vida —respondí.

—En cuanto pases por la ceremonia tu gloria se acabará —aseguró.

—Cuando la pasé tendré por fin derecho a mi parte.

—¿Crees que te dejarían tocar la fortuna? —la miré sin entender — Él solo te ha tratado como una reina porque... —hizo silencio.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now