Capítulo LXXXIII: Desesperación incesante

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JAYDEN

Con Meredith en el hospital y esposada para evitar que huya, y con Neru en las mismas condiciones, pero en su habitación, nada parecía ir bien.

Beatrice no encajaba en la historia. Quien estuviera detrás de esto tenía que ser un experto, un asesino con mucha experiencia, ni Padre conseguía atar cabos en el asunto.

—Mientras haces algo útil iré a que me informen si alguna de las idiotas han despertado de su larga siesta —hablé.

—No me hables así —Padre sonó molesto.

—Lo único que has hecho es provocar a Meredith. Casi mata a Neru y casi consigue matarse.

—Neru casi la mata —corrigió.

—Tal vez, pero cualquiera con dos dedos de frente se hubiera defendido y más jugando con tanta desventaja.

—Ella misma se ganó esa desventaja.

—Nada nuevo que el soberano decida pasarse sus propias normas por donde le plazca.

—La advertí y me desobedeció.

—¿Y cuál es tu plan? Tenemos a unos asesinos pisándonos los talones y solo aumentas el odio que tienen esas dos —definitivamente él tampoco colaboraba —. Cualquier día una de ellas acaba muerta y, aunque me importe una mierda, no podemos permitirnos eso en este momento.

—Neru se quedará tranquila después de esto —aseguró —. Meredith se ha dado su lugar y esa pobre piojosa sabe que nos tiene a todos en su contra.

—Eres el peor jefe que alguien puede tener. ¿Cómo es que llegaste a ser soberano? —mi burla lo molestó.

Me llovió un fuerte puñetazo que me esperaba. Pero no me inmuté.

—Pierdes fuerza, Padre —pasé mi lengua por mi labio inferior al haber recibido parte del golpe ahí.

—Sería más fácil matar a Neru —recompuso la corbata de su traje —. Podrías hacerlo. Su protección me tiene sin cuidado y no me interesa lo que le pase.

—¿Después de una semana inconsciente me vienes a avisar? —seguí con mi tono burlesco — Muerta no va a solucionar nada.

—Viva tampoco.

—Parece que no eres capaz de ser tú quién la mate. No me sorprende cuando no sabes ni controlar lo que pasó bajo tu techo —su mirada se enfureció.

Pasé por su lado y su voz me detuvo.

—¿A dónde crees que vas?

—No pienso pedirte permiso para largarme, me tienes harto —salí de su despacho.

Subí a la habitación de la pelinegra.

El doctor salió y me saludó. Lo ignoré y me di paso a la habitación.

Jummy miraba a Neru en silencio.

—Tú —lo llamé —, se te ha pasado el tiempo aquí. De hecho deberías haberte ido hace una semana. En pie, te vas en este momento.

—No puedo irme sin hablar con Narla —dijo.

—¿Sabes lo poco que me importa?

—En cuanto hable con ella me iré —aseguró.

—¿Consideras hermana a una tipa que solo se mete en problemas y seguramente te dejara a la deriva?

—Ella ha estado conmigo siempre. Cuando perdí a mis padres fue ella quien me ayudó. Incluso cuando escapé del orfanato estuvo conmigo. Siempre que ha estado mal ha fingido estar bien por hacerse la fuerte. No ha dejado que nada malo me pasara y siempre ha tratado de mantenerse en pie. Hasta que no se despierte no me voy —sentenció.

El secreto de los CliffortOnde histórias criam vida. Descubra agora