Capítulo IV: Giro al retorno ✔

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NERU

Desperté cansada, apenas había podido dormir desde que horas antes había bajado a la cocina y encontrado aquella escena.

Me di una ducha y al volver a la habitación encontré a una chica de la servidumbre.

—Buenos días, señorita —saludó —, el señor Cliffort ha ordenado que le subamos este uniforme que mandó a hacer con sus medidas.

—Gracias —dije sin prestar atención al detalle mencionado.

—Volveré más tarde a arreglar su habitación —informó —. El desayuno estará listo enseguida —agachó la cabeza y se fue.

El uniforme, constaba de un jersey azul marino con una raya roja en el cuello y puños, con el escudo del colegio en el lado derecho del pecho y en el lado izquierdo del brazo. También había una falda tipo escocesa por la rodilla. Un polo blanco con una raya roja en el cuello y puños, con los escudos en el mismo sitio, unas medias hasta las rodillas, blancas con dos líneas negras antes de llegar a esta y unos zapatos negros.

Opté por el polo y encima puse la chaqueta, igual que el jersey, lo que resaltaba en mi piel pálida y casi sin color.

Me sentía estirada con esta ropa puesta, no me iba este estilo de vida; acostumbrada a los cambios repentinos en mi vida, no parecía esta ser una excepción.

Me hice una cola, dejando mi cabello negro como la noche bien sujeto y antes de salir alguien llamó a la puerta con los nudillos.

—Adelante —dije.

Por esta pasó Meredith con una sonrisa.

—Venía a explicarte cómo van los uniformes —fue lo primero que dijo —. Puedes ponerte el jersey o el polo con la americana y la falda, eso es a tu elección. Esto —me pasó un pantalón azul con otro polo igual y una chaqueta tipo chándal también azulada y los escudos en los mismos sitios — es para las clases de deportes. Padre te ha asignado el mismo horario que a Dustin y a mí, así que todos los martes y jueves tienes que ir con esto para hacer la clase.

—¿Tengo que dejar esto en algún sitio o...? —dejé la pregunta en el aire.

—Puedes dejarla en los casilleros, pero no te lo recomiendo —prosiguió —. Este es tu horario —dijo enseñándome un dosier encuadernado que lleva en la mano y no me había fijado —, ahí están las clases de lunes a viernes, las actividades que deberás hacer, quiénes y cómo son los profesores con una horrenda foto, y... —hizo silencio unos segundos — eso es todo.

No parecía ser tanta información que procesar.

—¿Qué actividades? —pregunté.

—Ya sabes, las esenciales —puse una cara de no entender —. Al ser una chica te toca hacer piano, violín, ballet y natación, aunque siempre puedes hacer también patinaje artístico.

—¿Al ser una chica? —pregunté nuevamente.

—A Padre le gusta que sus princesitas hagan actividades como tales —sonrió de lado — ¿O prefieres hacer fútbol, hockey y rugby como ellos? —fruncí el ceño — Natación es obligatorio para ambos —susurró —. Te veo abajo —dijo para irse —. Arréglate un poco la cara —sugirió — y déjate el cabello suelto, siempre hace lucir más sexy —salió.

Lo primero que pensé fue en la absurda clasificatoria de las cosas que tenía que hacer. A ser sincera prefería hacer unas de cada una de las selecciones, pero tampoco quería decir algo y cagarla, por más feo que me pareciera.

No era difícil pensar que en este pueblo parecían no haber evolucionado mentalmente.

Me di prisa en bajar, ni siquiera tenía una mochila o libros, lo único verdaderamente mío en esta casa era la ropa que había traído ayer, la pequeña maleta con mis pocos objetos personales y mi móvil, el cual guardé en uno de los bolsillos de la chaqueta.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now