Capítulo CXVII: Muertes próximas

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NERU

La tan querida hora libre nos dejaba comer algo con tranquilidad y hablar.

Angela intentaba distraer a Dayanel y optamos por no contar lo que vimos hasta que estuviera mejor.

Un profesor se acercó en compañía del director y nos giramos a verlos.

—Malena Splot, a mi despacho.

—No he hecho nada —se defendió.

—Ahora mismo quiero verla ahí.

Con un gran quejido se puso en pie, sacudió el pantalón del uniforme y me dirigí a él:

—Malena no ha hecho nada —la defendí —, ¿qué está pasando?

—Asuntos personales, manténgase al margen.

—¿Cómo que "asuntos personales"? —Adela también habló — Estamos en nuestro derecho de saber.

—Sí, quiero saber por qué pollas me llaman al despacho si lo único malo que he hecho es existir, cosa que no elegí, porque para lo que me sirve estar viva —se cruzó de brazos.

—Por favor, síganos.

—¿Y qué hace este aquí? Por su culpa repetí curso, maldito cabrón —miró al profesor de psicología y sociología.

—Si va ella nosotras también —dijo Adela.

Me puse en pie y sacudí el pantalón del uniforme.

—Ya podemos irnos —dije cuando Adela estuvo de pie.

El director miró al psicólogo y este asintió.

Entre las tres nos miramos confusas y los seguimos hasta el despacho.

Nos quedamos esperando una respuesta de pie.

—No entiendo nada —susurró Adela.

—Yo menos —la apoyé.

—Estoy pensando en todo lo malo que he hecho —susurró — y la lista es demasiado larga —complementó Malena.

El director se aclaró la garganta e hicimos silencio.

—Lamento darle esta noticia, pero sus padres... —el director no supo cómo continuar hablando.

—¿Mis padres, qué? Oiga viejo rancio, hable de una vez que me pone de los nervios —Malena se cruzó de brazos con desespero.

—Lamentamos darle esta noticia —dijo el psicólogo y el ambiente cambió totalmente a uno más pesado.

—¿Qué noticia?

—Han sido asesinados —dijo el director sin pudor.

Malena elevó una ceja.

—No, no es verdad. Hablé con ellos esta mañana porque llegaban esta noche después del viaje de juntas de no sé qué puta mierda. A mí no me vengas con esas que con eso no se juega —Adela y yo detuvimos a Malena que quiso golpear al director.

—Cálmese.

—¡No me voy a clamar, viejo mentiroso! ¡No me voy a calmar! —se le quebró la voz.

—Tiene a su disposición toda nuestra ayuda para afrontar cualquier necesidad y... —Malena dejó al psicólogo con la palabra en la boca al salir furiosa del despacho.

Adela y yo la seguimos y la paramos en cuanto se metió en uno de los baños que había en esta planta.

Intentó retirar las lágrimas descontroladas que salían de sus ojos y terminó en el suelo sollozando desconsoladamente.

El secreto de los CliffortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora