Capítulo LXXXVIII: Descarga explosiva

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MEREDITH

Llamando la atención de varias personas, nos dirigimos a la entrada de aquella mansión arriba de la montaña con vistas a la playa.

La gente iba de un lado a otro. Muchos se tomaban fotos y todos traían grandes bolsas.

—¿Tan bajo presupuesto tenía para una fiesta que tenemos que traer un regalo? —dije sin evitar comentar.

—¿Crees que es un buen regalo? —Regina preguntó.

—Es ideal, por algo lo he escogido yo.

—Pero lo he pagado yo —se quejó —. Además, es de las cosas más caras que he comprado en mi vida y que no sean para ti o para mí.

—Podré odiarlo mucho, pero no significa que voy a desprestigiar mi imagen. No pienso darle el lujo a ese trozo de mierda de ni aparecen una fiesta.

—Me he gastado millones —se lamentó.

—Dijiste que harías cualquier cosa por mí con tal de que no me enfade. Ahora cállate de una vez.

—Sí, pero... —hizo silencio — No importa, ¿qué son tres millones?

—Ahora si nos entendemos —dije falsamente.

Nos dirigimos a la entrada de la mansión custodiada por diferentes guardias.

Pedían la entrada, la cual estaba en la invitación mandada por teléfono y era comprobada por ellos.

—¿Entrada? —preguntó un hombre.

Regina enseñó la suya.

Ni tiempo me dio a sacar mi teléfono cuando me dijo que me hiciera a un lado.

—No está invitada —habló.

—¿Disculpa? ¿Sabes quién soy?

—Tengo órdenes de no dejarla pasar. Hágase a un lado y no interrumpa la fila. Si desea algo espere a que ingresen todos o llame al anfitrión.

—Esto debe ser una broma. Soy Meredith Cliffort, ese cretino no puede haberme vetado la entrada —definitivamente no podía hacer eso.

—Señorita, hágase a un lado. Si se lo repito haré que la expulsen del recinto.

—¿Cómo es posible que Meredith no pueda entrar? Es hija del soberano, ¿sabe quién es? —Regina se metió.

Ambas fuimos ignoradas y observamos que sacó su walkie-talkie.

—Entrada principal, se me acumula la fila —informó.

—Si Meredith no entra yo tampoco —dijo Regina.

—Entonces váyase tranquila.

Otro hombre apareció.

Me fijé en la cara del que me había vetado la entrada. Un calvo bastante alto y robusto de piel oliva y con gafas negras a juego con su traje de vigilante.

El de su lado lucía las mismas pintas con respecto a la vestimenta, pero apenas se veía.

—No me toques —advertí al nuevo —. Que sepas que soy una Cliffort y pienso hacer que te acuerdes de mi nombre.

El nuevo me ignoró y me agarró de la muñeca mientras caminaba a grandes zancadas.

—No es justo —dijo Regina —, tenemos derecho de entrar.

Nos dirigió a un lugar algo alejado por más que traté de soltarme.

Me liberó de mala gana y lo insulté hasta que habló.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now