Capítulo CXXI: Insondable

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MEREDITH

El baile oficial estaba por iniciar. Algunos ya se preparaban para intentar conseguir que esos minutos estuviera con ellos.

Mi teléfono indicó una llamada entrante y me sorprendí al ver a Neru como la remitente.

Lo más confuso fue al contestar.

¡Meredith! —una Neru agitada habló — ¡Necesito que vengas a la dirección que te voy a dar!

—¿Qué te hace pensar que voy a ir?

—¡Solo hazlo!

Me dio unas indicaciones que anoté.

De todas las personas del mundo no entendía el motivo de llamarme a mí, precisamente.

—¿Se puede saber qué te pasa? —no hubo respuesta.

El teléfono siguió descolgado, pero ya no se escuchaba su voz.

Colgué y decidí ver por qué Neru me había llamado, era mejor que estar bailando.

Pedí mi auto y conduje hasta la dirección que proporcionó lo más rápido que pude, al parecer le urgía y tenía una sensación amarga.

Al hacerlo paré frente una gran mansión.

Bajé de mi auto y el silencio del exterior me dio un escalofrío.

Abrí la enorme puerta de la entrada y di varios pasos que hicieron eco.

Si todo había sido sorprendente, lo que más me impactó fueron unas huellas de zapato, no marcadas por la suciedad, sino con sangre.

Las seguí rápidamente hasta dar con un gran charco de color carmesí.

Al acercarme más, Neru yacía en el suelo más muerta que viva.

—¿Neru? —me acerqué y comprobé que seguía en este mundo.

Su teléfono se encontraba en su mano llena de sangre al igual que su cuerpo.

—Neru —la removí y abrió los ojos.

Esa imagen me impactó mucho, provocó algo extraño de explicar. No estaba entendiendo nada.

No parecía haber pasado un accidente y sus lágrimas se mezclaban con el hilo de sangre que comenzó a salir de su boca.

—Meredith —me llamó.

—¿Qué te ha pasado? —pregunté con preocupación. El estado en el que estaba era realmente alarmante y podía haber alguien que me dejara peor que a la pelinegra.

Si llamaba a una ambulancia Neru no llegaría a contar mañana lo que había pasado en este lugar. No serían lo suficientemente rápidos.

Tomé aire con fuerza y conseguí cargarla, pesaba más de lo que aparentaba y llevarla hasta el auto fue difícil.

Al meterla balbuceó cosas que no entendí.

Salí de ahí y me dirigí al hospital.

La situación no encajaba, yo en ella tampoco y el estado en el que estaba menos.

De sus amigos no sabía a quién llamar, pero a los que menos odiaba eran a Angela, la de la pierna rota y que no sabía conducir, y a Dayanel.

Llamé al castaño y realmente no pensé en que algún día iba a estar en este escenario.

¿Te has equivocado de número o me estás llamando?

—Esto va a sonar realmente extraño, pero debes ir al hospital —hablé y por una vez no di importancia a que mi auto se estaba ensuciando por la condición que cargaba Neru.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now