Capítulo XII: Los antecesores ✔

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JAYDEN

Mandé a la mierda el desayuno y salí directamente hacia la mansión de Hira, el único que sabía que podía conseguir todo lo que necesitaba sin que Padre se percatara de ello.

—Padre no debe de enterarse —insistí —, esto es entre nosotros.

—Jayden —llamó —, Klaus sabe por qué hace las cosas —se sentó y tomó un chupito sin importarle que fuera temprano.

—Quiero saber qué trama —recalqué.

Sirvió otro chupito más, esta vez para mí. También me senté.

—Si Klaus no debe enterarse de esto más te vale ir con la boca cerrada, lo estoy traicionando por ayudarte —de un trago pasé el líquido amarillento.

—Eres de su total confianza, por eso mismo tú y no otro —volví a hablar.

—He escuchado que Angela ha vuelto después de tres años —mencionó —. ¿No crees que volverá a estorbar? —preguntó con una macabra sonrisa en el rostro.

—Sería muy sospechoso quitarla del camino —Hira encendió un puro.

—No si sabes idear el asesinato perfecto —dio una calada —, y no sería la primera vez que lo haces —rio y apreté mis puños.

—Ese tema es cosa mía.

—Dime Jayden, ¿has pensado en qué pasará el día que se cumpla la amenaza? —dio una calada.

—Sé que tú y Padre vais a proteger la fortaleza como nadie lo ha hecho en la historia de nuestra familia —me puse en pie —. Pero mientras él espera a que ataquen, yo lo impediré.

Él era el único jodidamente con los huevos bien puestos para atreverse a reírse de nosotros.

—Bien, en una semana te pasaré la información, cuando Klaus viaje a México.

Alguien tenía que hacer algo y ese alguien tendría que ser yo.



NERU

Me daban ganas de salir por la puerta y no volver a entrar, no soportaba estar aquí.

Fuera de la casa de los Cliffort, aparte de ser el centro de atención por mi tan notorio extranjerismo, era todo extraño.

Si hacías algo te acusaban al cabeza de familia y era motivo para declarar una guerra entre familias.

—¿Puedo preguntarte algo? —me dirigí a Adela.

—Sí —dijo sentándose a mi lado, en el suelo, otro gesto mal visto y "poco femenino" en la escuela.

—¿Qué es la ceremonia de los dieciocho? —pregunté.

—¿Quién te ha hablado de ello? —me miró atenta.

—Lo he escuchado —mentí.

—Neru, entiendo que no confíes en mí, apenas nos conocemos, pero es importante que estas cosas no las digas en voz alta o te vas a ganar problemas muy serios.

—¿Por qué? —fruncí el ceño.

—Verás, según lo que dice la historia del pueblo, Vicent Cliffort y su esposa Georgina fundaron una especie de religión que siguió toda la población por el mero hecho de ser los más poderosos de aquí.

—Que estupidez —comenté.

—Lo sé, lo más idiota es que después de seis generaciones se siguen cumpliendo sus normativas.

—¿Y si alguien no quiere seguir esa normativa?

—Hay varias maneras de escapar, por así decirlo. Te explico; la primera es que el mayor de los ya nombrados herederos ceda dicho acto posteriormente a la muerte del progenitor, lo que incluye que quienes se vayan perderán totalmente el poder sobre el dinero y él será el único heredero.

El secreto de los CliffortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora