Capítulo XCVIII: Acto de presencia

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MEREDITH

Dejé que las modistas terminaran de arreglar esos detalles molestos.

Había sido demasiado tener que aguantar todo el día a la gente ir de un lado a otro, esperaba a terminar de estar lista para ir a la ceremonia, la cual comenzaría en un rato.

Tras la marcha de las modistas quedé sola en la habitación, me di un último vistazo y me dirigí al salón.

Al llegar únicamente vi a Mère y a Bernard, quien se quejaba de su peinado.

—Parezco tonto con esto puesto —se despeinó.

—Estás bien, no hagas eso —Mère intentó sentirlo —. Debemos estar presentables —me miró —. Meredith, espera aquí con Bernard, iré a llamar a los demás. Que no se despeine más.

Se fue y quedé con el inaguantable.

—El problema eres tú, no el vestido —comentó.

—No te he pedido opinión.

—Solo digo lo que Padre dirá cuando te vea.

—Cállate —musité.

Me ignoró y se fue, aunque por mí podía perderse y nunca más volver.

Neru fue la siguiente en bajar, su cara demostraba la poca gracia que le hacía estar aquí.

No dijo nada, prefirió ahorrarse cualquier tipo de comentario, al igual que yo.

Dustin fue el siguiente y por último Jayden.

Sin decir una palabra esperamos a Padre.

Bernard no fue tonto y volvió a tiempo, nos pusimos por orden de mayor a menor, quedando primero Jayden, luego Neru, yo a su lado, Dustin a mi otro lado y Bernard al final.

Madre apareció con Angela y le indicó que se pusiera entre Dustin y Bernard.

Como si fuéramos muñecos de plástico, nos mantuvimos callados y en nuestros lugares.

Madre se puso a un lado y Mère y Mutter, cuando bajaron, se pusieron junto a ella.

Padre hizo su aparición y nos observó sin queja.

—Nada de escándalos y ningún tipo de escena —advirtió —, sobra decir que es una advertencia.

Padre comenzó a caminar y detrás de él estaban nuestras Madres, a unos metros Jayden y así sucesivamente hasta llegar a Bernard.

Las limusinas nos esperaban, Padre indicó quienes iban en cada lado, quedando Jayden, Dustin, Neru, Bernard y yo en una y el resto en la otra.

El camino no se hizo tan largo como otros años, pero sabía que la fiesta sí, nunca me habían gustado sonreír a un puñado de imbéciles.

Nada más pisamos nuevamente el suelo, nos recolocamos y fuimos caminando de esa manera hasta el centro de la gran multitud.

Padre quedó en el medio y nos dividimos en dos, sus esposas a un lado y el resto en el otro.

Dio su discurso como el gran soberano y oficialmente la fiesta inició.

Agarré una copa de champán y regalé falsas sonrisas a la gente hasta toparme con Regina.

—Haz tu reverencia —dije y bebí de mi copa.

Regina hizo la reverencia que todos debían hacer al dirigirse a nosotros en actos públicos como hijos de alguien tan importante o, en el caso de Neru y Angela, tener a algún vínculo aceptado por la familia.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now