Capítulo XCV: Preposición inesperada

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NERU

Terminé de vestirme. La ducha fue más pesada de lo usual y mirarme al espejo volvía a enfadarme.

Me obligué a mi misma a vomitar por más que había tratado de cepillarme los dientes. Esa horrible sensación seguía sin desaparecer y provocar el vómito no haría nada, pero sí en mi mente.

Tras enjuagar mi boca y masticar un chicle para quitar el mal sabor, salí de mi habitación.

Topé con una chica de la servidumbre.

—Buenos días, señorita. Esto es para usted.

Miré el ramo de rosas negras y la bolsa.

Agarré ambas cosas y busqué alguna nota en aquel ramo.

Siempre seré el último, por lo tanto el primero que la gente recuerde.

No había señal de quien lo mandaba.

—¿Quién te ha dado esto? —pregunté a la chica.

—Lo han traído para usted, pero no sé nada más. Fue un chico que estuvo esperando bastante. ¿Desea que las ponga en agua?

—No me gustan las flores —le di el ramo —, puedes quedártelas.

—El chico que las dio pidió que por favor se las diera y que era importante.

—Tengo alergia a las cosas que no me gustan y las flores son una de ellas —no pude evitar hacer una mueca.

—¿Desea que las tire? —preguntó.

—Ahora son tuyas, haz lo que quieras, pero aléjalas de mí.

—Como ordene. Permiso para retirarme.

—Buenos días a la única pelinegra que no le he gustado nunca —escuché a Lars —. ¿Eso son rosas?

—Sí, buenos días a ti también, Lars, el que no sé qué hace aquí y a estas horas. Sí, son rosas, ¿algo más?

—¿Nos levantamos de mal humor hoy? —agarró el ramo — ¿Tienes más admiradores y no lo sabía?

—Deja de portarte como si fueras mi amigo. Ni siquiera nos hablamos.

—Me hieres —llevó una mano a su pecho.

—Lars, no estoy de buen humor —advertí.

—Todos están igual últimamente. ¿Esto es lo que Dustin te iba a regalar? ¿Qué es? Porque no me quiso decir y, que quede entre nosotros, mi código de amigo implica reírme de él por eso.

—¿Podrías dejarnos solos? —pregunté a la chica y se fue dando una reverencia — No sé de qué me hablas.

—Hablando de regalos, espero que te guste el mío, no es fácil saber tus gustos cuando eres muy diferente a lo que siempre me he encontrado.

—¿Sabes que hablas mucho por las mañanas? —pregunté — Es más, te regalo las rosas. Quédatelas.

—¿Me estás coqueteando? —me miró son cierta gracia.

Decidí seguirle el juego a ver si con eso me dejaba tranquila.

Toqué su mejilla y me acerqué.

—Si te estuviera coqueteando hace tiempo hubieras caído a mis pies —lo miré seria —. No dudes de mis dotes de seducción porque créeme que funcionan.

—Muéstramelos y te diré.

Un carraspeo llamó nuestra atención.

—Buenos días, no es mi intención interrumpir, pero estar en medio del pasillo no es buena idea y necesito bajar —apareció Dustin.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now