Vista al pasado #11

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NARRADOR OMNISCIENTE

34 AÑOS ANTES

La fiesta de año nuevo llegó a su fin, la gente comenzó a dispersarse e irse cada uno por su lado.

Janik Cliffort, el actual soberano, observaba con cautela la marcha de las personas.

—Haz que vengan —dijo a uno de los hombres que le servían.

Ante él llegaron los dos adolescentes.

Ambos besaron la mano del miembro superior a cualquier otra persona del lugar, primero él y luego ella.

—El anuncio ya es oficial, esperaremos a que ambos tengáis la mayoría de edad y luego ya veremos.

Ninguno dijo nada, habían tenido una de las peores suertes del mundo, el odio entre los jóvenes había aumentado con el paso de los años.

—En vista a que no hay nada que aportar... —con un movimiento de mano llamó a su otro hijo — Acompáñalos a la salida, Gasper.

—Bien, vosotros dos seguidme por aquí y cuidado con las piedras.

—¿Cómo has dicho? —el hombre lo miró fulminante.

—Si sabes que ya estoy harto de esta mierda mejor no me hagas hablar. No te va a gustar lo que vas a tener que oír —dijo quitándose el esmoquin y tirándolo al suelo.

—Adolescentes rebeldes —dijo riendo amargamente —, aprovechan que tienen dieciocho y piensan que lo tienen todo. Ya hablaremos al llegar —con la mirada advirtió todo.

El adolescente mayor comenzó a caminar y los otros dos se despidieron nuevamente como en un inicio.

Lo siguieron sin decir nada hasta alejarse del lugar, por sus injurias debían volver a pie el largo camino.

—¿Tienes agua? —preguntó la adolescente al mayor.

—No, ¿tengo cara de fuente?

—Solo preguntaba, don gruñón.

—No estoy de humor.

—Nunca lo estás —defendió ella.

—Espero que estos cuatro años pasen rápido, quiero irme de este lugar. Una lástima lo tuyo, de todos los que te podían tocar y te ha tocado el peor.

—Te estoy escuchando —dijo el más pequeño.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Pegarme? Si apenas estás creciendo y ya te han comprometido con una de las pocas personas que piensa.

—Déjame en paz.

—Solo recuerdo que por culpa de ambos estoy caminando en medio de este maldito bosque donde la gente se mete a suicidarse porque nadie en su sano juicio seguiría esto que nos toca.

—No es mi culpa que llegaras en el momento equivocado y pensaran que también estabas metiendo mierda del soberano.

—Como odio mi vida —suspiró ella.

—Más la vas a odiar como te cases con este en cuatro años.

—No me voy a casar —dijo ella —, ¿me oyes, idiota? Nunca. Me da asco tan solo pensar en la idea.

—Seamos dos.

—Y a ti más te vale que demuestres tu supuesta amistad y compañerismo —amenazó.

—Que sí, mujer. ¿Por qué te fallaría?

—No sé, creo que ambos lo sabemos.

Fueron empujados por un molesto adolescente que pasó enfrente después de chocarlos.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now