Capítulo CXXVI: Veo, veo

342 129 6
                                    

NERU

Dos semanas siendo vigilada con mínimo hasta tres guardias para todo, incluso para ir al baño, era lo más absurdo y poco íntimo que podía haber tenido en mucho tiempo.

Di un gran respiro antes de golpear la puerta con mis nudillos.

Había mentido y escapado de los guardias y mi tiempo limitado iba acabándose segundo a segundo.

—Neru... —Mirla quedó sorprendida por verme parada en su puerta.

—¿Puedo pasar? —pregunté.

—Sí, adelante.

Se hizo a un lado y entré lentamente.

El olor a marihuana golpeó mi nariz nada más entrar. Su aspecto mostraba qué era lo que probablemente había acabado consumiendo.

Parecía ansiosa. Movía su pie constantemente y jugaba con sus demostrando algo de nerviosismo.

—No tengo mucho tiempo —informé —. Tampoco te lo haré perder, al menos eso espero.

—Dijiste que no querías volver a verme nunca más. Fuiste muy dura y ahora estás aquí como si nada —reclamó.

—Quería protegerte —la miré —. A ti y a muchas personas más. Al final no he conseguido nada y estoy perdiendo mucho, más de lo que pensé.

—¿Qué has perdido? ¿El maldito ego que se te ha subido desde que te fuiste? —habló molesta.

—No, estaba embarazada —crucé una pierna sobre la otra — y tampoco pude proteger eso aunque no lo quería. Hubiera preferido perderlo de otra manera.

—Pero... —se sorprendió — Pensé que no podías... dijiste que tenías problemas con eso y... —siguió sin entender.

—Odio las cicatrices —levanté mi camiseta —, me apuñalaron —abrió los ojos con sorpresa —. Lo peor no es qué pasó, solo el quién fue.

—¿Viste a la persona?

—Eres la única que puede ayudarme en esto y por eso vengo —cubrí mi vientre bajando la camiseta.

—¿En qué? —dudó un poco en hablar.

Me puse en pie y del pequeño bolso saqué varias cosas.

—Ellos son mi objetivo y para ellos lo soy.

—¿Qué estás pensando? —se preocupó.

—Antes de nada tengo que contarte algo —me puse enfrente y me miro desde su sitio sentada — y puede ser que nunca más quieras saber de mí —advertí.

—Eso nunca, sabes que te quiero. Eres como una hermana y... no, no me importa. Hemos hecho demasiadas locuras desde pequeñas, ¿qué es lo peor que podrías decirme ahora?

—¿Izaro está? —negó y me senté a su lado, una vez más.

Del bolso saqué algunas fotos más.

—No es nada corto, aprovechemos el poco tiempo que me queda antes de que se den cuenta de que no estoy. Si decides no seguir adelante y alejarte de mí, debes saber a lo que te expones cómo mínimo y las consecuencias que abarca.

Haberlos engañado era una cosa, volver y hacer un recorrido de tres horas era totalmente otra.





JAYDEN

La amenaza seguía en pie y la noche solo recordaba constantemente que me quedaba sin tiempo y debía aprovechar al máximo cada segundo.

Una llamada notificó que anónimo volvía con sus enigmas.

El secreto de los CliffortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora