Capítulo XC: Retrato de un secreto

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NERU

Mis sentidos despertaron. El cansancio en mi cuerpo era absoluto. Me dolía la cadera y mi zona íntima.

Mi orientación me hizo saber que estaba boca abajo.

Levanté la cabeza con lentitud. Sentía una mano en mi cintura y otra en mi culo.

Abrí mis ojos y parpadeé al sentir un leve mareo por la ola de luminosidad que recibí. Estaba más dormida que despierta.

Casi pego un bote de la sorpresa.

Jayden tenía su mano sobre mi espalda.

Tragué saliva en seco. Eso solo significaba que había alguien más.

Al girar el rostro casi me levanto de golpe, estaba Dustin.

Bajé la mirada, ambos estaban desnudos y cubiertos con una sábana.

Con desconcierto miré mi cuerpo.

Desnuda.

Estaba desnuda.

Con dos Cliffort.

Y que también estaban desnudos.

¿Qué mierda había pasado?

Quité sus manos de mi cuerpo y salí de la cama.

Recogí mi ropa y me vestí con prisa. Solo había una clara posibilidad.

Todavía sentía la cabeza dando vueltas y mi sentido de la orientación divagaba un poco.

Salí de aquella habitación dejando a ambos chicos dormidos.

Saqué mi teléfono y encontré varias llamadas perdidas de mis amigos y cientos de mensajes de preocupación.

Bajé las escaleras. No había nadie.

Apenas recordaba algo de la fiesta.

Alguien tocó mi hombro. Me giré a golpear a la persona por puro instinto, pero sus reflejos fueron rápidos y me esquivó.

—¿Neru? —preguntó Dayanel —, ¿dónde te habías metido? Acabamos de meter todos tus regalos en el auto. Malena y Adela te están buscando desde ayer y estaba revisando las habitaciones por si estabas.

—No querrás saberlo —aseguré.

—Por tu cara supongo que vendrás de alguna habitación de las tantas habitaciones que me quedaban por revisar.

—Llévame a casa antes de que alguien me vea aquí —pedí.

—Así que aquí estabas —escuché la voz de Angela —. La próxima que desaparezcas te voy a meter la muleta por el... —la interrumpí.

—Sí, lo he entendido.

Di un paso y me sostuve de lo que veía.

—Te dije que no te metieras nada extraño —Dayanel regañó.

—Me emocioné —admití.

Con su ayuda de y, en compañía de Angela, salimos.

—Te llevaré a casa y luego volveré. Tengo que entregar las llaves a las dos.

—Maldita resaca —no pude evitar decir.

Llegamos a su auto y entré.

Recordé las pastillas para el mareo y las saqué, no quería acabar como ayer por las malditas curvas y sumarle una resaca horrorosa.

—¿Tienes agua? —pregunté.

—Aquí tienes —Angela sacó una botella de agua de una bolsa que había en el coche —. Estábamos por desayunar. Al estar buscándote no lo hicimos antes, tenemos bocadillos, hamburguesas, pizzas, una cosa extraña con forma de pene...

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now