Capítulo LI: [Desahogos]

1.8K 361 124
                                    

NERU

La comida fue un momento bastante extraño. Todos mantenían sus falsas caras y daban sus falsas condolencias mientras recordaban momentos de un pasado no tan lejano.

Después del desagradable momento me fui hasta la piscina.

Me encontré con Dustin, sabía que por mi culpa no podía salir del hotel. Era un milagro que lo hubieran dejado venir hasta aquí.

—¿Quieres uno? —ofreció un cigarro.

Estar aquí me hacía sentir demasadias cosas, todas malas.

Las malditas palabras de Sonia resonaban en mi cabeza. Ella odiaba a mi padre, sabía que por eso me odiaba y que ese era el motivo por el que buscaba atormentarme.

—Gracias —agarré uno y lo puse entre mi labios.

Se sentó a mi lado, en el césped.

Sacó un mechero y lo encendió.

Le di una profunda calada y solté con lentitud el aire.

Tenía mis malos vicios antes de venir.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Dustin encendiendo su cigarro.

—Me gusta pensar.

—¿En qué?

—Pronto se cumple el aniversario de muerta de mi madre.

No dijo nada, solo me miró.

—¿Estás bien?

—La paciencia no es lo mío —me miró sin entender.

—¿Lo dices por algo en especial?

—Aún me queda un tiempo largo hasta poder irme de aquí. Aunque pueda hacerlo hay cosas que me lo impiden.

—¿El que? —miré su brazo enyesado.

¿Qué me impedía irme?

¿Por qué este viaje, y todo en general, me afectaba tanto cuando nunca nada lo había hecho?

—¿Mejor? —se acercó y me abrazó.

—¿Por qué me abrazas? —pregunté sorprendida.

—Un impulso.

—No estoy acostumbrada al afecto —confesé.

—¿Por qué?

—He vivido prácticamente sola toda mi vida, no es como que los peluches que tenía me abrazaran.

—¿Y cómo ha sido?

—No creo que te interese.

—¿Y por qué no lo haría? —nos separamos del largo abrazo y lo miré —. No sé como era esa Neru antes de pasar la gran mansión Cliffort.

—Veamos... Mi madre se suicidó, mi padre se metió al vicio en su famoso trabajo de mierda y viví siendo visitadas por unas desconocidas que se aseguraban que seguía con vida y me daban dinero.

—¿Unas desconocidas?

—Sí, eso es lo que han sido y serán siempre.

—Por tu tono les tienes odio.

—Así es. Especialmente a una, la que más se preocupaba, pero la más manipuladora. Es una perra.

—¿Sabes quiénes son?

—Sí, unas malditas —hice una mueca —. ¿Puedo apoyarme en ti?

—Ven —pasó un brazo por mi cintura y apoyé mi cabeza en su hombro.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now