Capítulo CXIV: Pendencia

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DUSTIN

La lluvia hizo su aparición junto al horroroso frío de esta época.

Más de cinco minutos esperando a Neru y no aparecía, el chófer estaba a lo lejos y Meredith solo apuraba la situación.

—Está lloviendo. Vámonos de una vez, se habrá ido sin avisar —dijo.

—Puede que tengas razón, pero no ha avisado y hubiera dicho algo.

—Hablamos de Neru, la que hace y deshace lo que quiere cuando quiere. Si quieres seguir aquí lo harás solo, yo me voy y me llevo al chófer.

—Deja de quejarte, no hay quien quiera escucharte —su actitud me resultó algo molesta —. Entonces vámonos y ya, pero no te quejes tanto, no entiendo como no te han salido canas todavía.

—Idiota —comentó y se alejó con prisa.

De camino a la mansión ninguno dijo nada, como esta mañana.

El instante en el que pisé el suelo fue suficiente para ir a recoger mis cosas y alistarme para las actividades que debía hacer hoy.

Encontré a Angela cuando volvía dispuesto a irme, ya que prefería comer fuera con Lars y otros compañeros que aquí y la gente con la que, para desgracia, compartía techo.

—No te queda mal —dije tratando de alentarla, ya que ella odiaba el cabello rubio y en este momento lo tenía así.

—Muy gracioso —dijo sarcástica —. Al próximo comentario te golpearé con la muleta.

—Ahora que por fin tengo mi brazo recuperado no quiero que se vuelva a romper.

Me dio una última mirada y se fue.

El mal día que hacía hoy no prometía grandes expectativas ni resultados y eso no era nada bueno, aunque ya nada podía sorprenderme lo suficiente.


NERU

Volví andando después de devolver a Dayanel lo suyo. No tardé mucho en el camino.

Estaba bien, eso al menos me despreocupaba.

Era hora de cenar y había podido comer algo porque el doctor López se encargó de ello, al menos era más atento y amable que el doctor Mornis.

Dejé mis cosas en mi habitación y me dirigí al comedor a cenar.

Bernard era el único, así que me senté con él.

Ordené algo ligero e inicié una conversación.

—¿Todo bien? —pregunté.

—No te importa —respondió.

—Eso es un sí —dije por él —. ¿Se te han vuelto a acercar?

—No —únicamente respondió eso.

—Cualquier cosa sabes que puedes volver que buscarme.

—No te creas importante, me debías una.

—Soy consciente de ese hecho.

La conversación no llegó a más.

Cené con él en un silencio total. En acabar volví a mis asuntos.

Quise indagar por todos aquellos regalos que seguían sin abrirse y me adentré a descubrir la mayoría de ellos.

El lujo era notorio y no le di tanta importancia en ese aspecto.

Los regalos que preferí conservar en mi habitación fueron tres, la foto que me regaló Adela de todos y en una esquina las dos con unas joyas de rubíes, dos blancos y uno en medio rojo.

El secreto de los CliffortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora