Capítulo CXXII: Totalidad furtiva

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NERU

Un mes. Un maldito mes internada en un hospital como nunca antes.

Un mes lleno de pensamientos, confusiones y golpes de realidad. Ese jodido mes aislada del mundo en su mayoría.

Si la única razón que podía tener para no rendirme ya no estaba, ya no me importaba qué más podía perder.

Podía tener muchas dudas y confusiones, pero una cosa era actuar por mí y otra ser obligada de una manera tosca, bruta y asesina.

Por fin se suponía que estaba bien. Además de la guerra que se hizo para conseguir alguien compatible a mí, hasta que se movilizó a medio pueblo para conseguir que alguien compatible, ya podría ver la calle como una persona normal.

Con un mes desperdiciado de manera activa, solo quedaba recuperar mi mente de aquel suceso.

Por más que lo intentara no podía decir lo que vi, no porque no quisiera, era porque realmente no podía.

Mi mente se volvía difusa y los flashbacks de Meredith, un auto y mucha sangre eran constantes. El médico decía que era un shock postraumático del que podría salir más adelante. El que no entendía nada era él, no yo.

Bernard era al que más había visto. A veces me visitaba y otras solo lo hacía para que le hiciera las tareas. Independientemente de eso, me daba conversación y venía con algún chisme de la mansión.

Decía que no le importaba, aunque en el fondo me tenía un mínimo aprecio.

No hablé con nadie al volver a la mansión ni tan siquiera cuando estuve de camino. Si lo hacía acabaría escupiendo veneno y odio y no, no debía hacerlo.

Angela no estaba, se encontraba en rehabilitación por lo de su pierna, al parecer ya podía caminar un poco mejor.

Mi mirada perdida en mi habitación era todo lo que había.

Moverme ya no causaba tantas molestias y nadie parecía haberse enterado de nada. Eso era algo bueno entre todas las desgracias.

Una sirvienta me ayudó a desplazarme hacia la puerta como si no me pudiera valer por mí.

Génova volvía a estar a mi disposición.

—Puedo hacerlo sola —dije tosca.

—La acompañaré al jardín para que dé un paseo.

—Sé ir sola —mi tono siguió igual de brusco.

—No es prudente que haga esfuerzos. Todavía está recuperándose. En dos semanas la dejaré ir sola.

—Sé ir sola —repetí seria.

Me solté de su agarre de malas maneras y se hizo a un lado al comprender que no estaba para que me calentara la cabeza.

Salí y me dirigí al jardín.

Al llegar una gran lluvia de confeti y globos cayó sobre mi cara.

Los quité con recelo y observé quiénes estaban.

Adela se acercó a abrazarme sin previo aviso. Durante la última semana estuvieron con exámenes y no vinieron.

—Deja un poco para los demás —Dayanel la apartó y me abrazó.

No correspondí a ninguno, ni a Malena cuando hizo lo mismo.

—No tengo el cuerpo para fiestas —hablé.

—Hay que celebrar que por fin estás con nosotros —Adela intentó ponerme un gorro de fiesta y no la dejé.

—Adela, no me hagas hablar porque acabaré diciendo cosas que realmente no debería —los tres me miraron sorprendidos por mi tono y probablemente mirada.

El secreto de los CliffortWhere stories live. Discover now