Capítulo LIX: Verdadero o falso

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NERU

Los segundos parecían horas, las horas siglos y el tiempo seguía pasando de manera lenta sin detenerse.

Había perdido la cuenta de cuántas veces me habían golpeado o de cuántas pruebas llevábamos, solo habíamos acertado una, mi cuerpo estaba hecho mierda.

Nos dirigíamos a la siguiente, parecía un laberinto sin salida, solo de puerta en puerta. Todas estaban cerradas menos la famosa puerta de la prueba.

Bienvenidas a la última fase antes de conocernos. No me lo tengáis en cuenta, me gusta divertirme antes de ver a mi presas.

A estas alturas no teníamos fuerzas para contestar o gritar, mantenernos en pie se basaba en apoyarnos en la pared.

Angela tenía una pierna rota, la cara sangrando y morada y cortes por el cuerpo.

A mí solo me habían pegado y seguramente roto varias costillas, al igual que el labio y la nariz. Sentía mi ojo hinchado y respirar era peor que sentir una puñalada.

¿Y qué era de Meredith?

Ahora tenía una futura nueva cicatriz, tras varios golpes que solo le dejaron cortes en la cara, la apuñalaron. Teníamos el presentimiento de que si nos equivocábamos la siguiente sería una vez más Meredith, la cual seguía desangrándose desde algo más de cinco minutos.

Entró una persona más, la detallé, esta vez entraron dos chicas y un chico.

Es hora de las presentaciones. Ellos son número uno, dos y tres —el dolor agudo solo provocó que me distrajera —. Nos gusta la diversión, será la primera vez de muchas que nos veamos. ¿Queréis una pista de a quién vamos a matar próximamente?

Por la puerta pasó el mismo hombre de siempre. En sus manos traía una bandeja y la dejó en el suelo.

—Mientras cenáis os dejamos solas, para esta prueba vais a necesitar fuerza, mucha fuerzario —. Recordad muy bien a quienes veis —otra persona se unió —. Nosotros somos Dáskalos y vuestro futuro amo.

Las cinco personas salieron y cerraron la puerta.

Ninguna se movió.

—Me estoy desangrando —dijo Meredith deslizándose hasta el suelo.

Me giré para verla, intenté moverme y ahogué un grito de dolor.

—¿Cuánto tiempo más vamos a estar aquí? —preguntó Angela.

—No lo sé —solté un gemido de dolor al hacer un mal movimiento —, ¿cómo está tu pierna?

—No lo sé, prefiero no saberlo por ahora.

Meredith soltaba algún grito de dolor y me acerqué con dificultades mientras chillaba.

—Nunca pensé que iba a morir tan joven —Angela volvió a hablar.

—Solo es una pierna rota, yo me estoy desangrando —dijo Meredith.

—Necesitamos un médico —la observé con una mueca.

Angela se acercó hasta la bandeja a arrastras y desveló el contenido.

—Es un cuchillo de carnicero.

—Nos enfrentamos a cinco maniáticos locos, no es como que nos vayan a dar agua y medicinas —dije.

—¿Quiénes pueden ser? —traté de reincorporar mi cuerpo y lo dejé caer hasta el suelo.

El secreto de los CliffortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora