"Abismo Colosal" (5x20)

210 21 17
                                    

Príncipe Mehmed.

Me acerco a la Sultana Humasha quien se lava las manos con mucho desgano. Veo que aislan la camilla de Iskender con cortinas desde el techo formando un pequeño cuarto y cubriendo su cuerpo con una manta blanca.

   –¿Qué está sucediendo aquí? ¿Qué es lo que pasa? Vamos alguien dígalo, qué está sucediendo.
Insisto al ver que todos bajan la mirada.

La Sultana Humasha da un suspiro profundo y se acerca a hablarme.

   –Príncipe, hemos hecho todo lo que pudimos.

El peso de sus palabras se siente en mis hombros y también en mi corazón, acabo de sentir como éste se estrechaba de pena y dolor.
La desesperación comienza a apoderarse de cada rincón de mi cuerpo.
Mis manos comienzan a sudar, mis piernas a temblar y puedo sentir mi pecho apretado.

   –¿Qué dice? —Pregunto controlando mi llanto.

Doy un paso hacia Iskender y veo su cuerpo muy blanco y los labios casi negros. Comienzo a llorar y a gritarle al médico.

   –!Qué le sucedió a Iskender! ¡Díganmelo! ¡Háganlo ya!

Todos ven el suelo como si fuese su mayor atractivo. Nadie quiere darme respuestas. Todos me desvían la mirada.
Lo inimaginable comienza a rondar como una posible idea en mi cabeza aun que me niegue y luche por no asumirlo.

   –Es un tipo de veneno de lento actuar pero poderoso. —Habla Humasha. –Tarkan demostró síntomas... Muy tarde, demasiado como para remediarlo, lo lamentamos, lamentamos mucho su pérdida.

Empujo a una de las ayudantes del médico y abro las cortinas provocando que caigan del techo y golpeen un mueble lleno de frascos, mismos que caen al suelo generando un estruendo.

   –¡Iskender! ¡Vamos Iskender abre tus ojos! —Jalo sus ropas con fuerza. –¡Iskender! ¡Por favor te necesito! ¡No puedes dejarme ahora, no así!
Apoyo mi cabeza en su pecho que se siente muy frío. –Vamos despierta. —Susurro y sollozo. –No es gracioso ya levántate, es una broma de muy mal gusto, de pésimo gusto, la odio, odio esto que está pasando, levántate y vámonos de aquí por favor te lo suplico, vámonos con Phelippe, prometo hacerte feliz allí, en nuestra granja, te juro que tendrás tus vacas y tus gallinas, hasta un caballo, pero debes levantarte de aquí, abrir tus ojos primero. Por favor libérame de este tormento.

Me abrazo de su cuerpo notando la ausencia del calor y de su llama de vida. Humasha me rodea con sus brazos secando sus lágrimas e intentando quitarme.

   –Ya no hay nada que hacer, lo siento tanto Príncipe.

   –¡Traigan a mi Madre! ¡Ella puede hacer algo! ¡Por favor, ella puede traer un médico de otro lugar que sepa cómo solucionar esto! ¡Madre! ¡Tráiganla ya! —Grito jadeando.




Han pasado horas. Nos encontramos sentados en los Aposentos de mi Madre. Ayse de un lado llorando océanos, gota a gota, Murad abrazado a mí y Bayezid a él.

Sultán Osmán dió sus condolencias a Ayse y se marchó, Meleksima simplemente hizo acto de presencia. La muy maldita debe estar contenta.
Quien sea que haya hecho esto, quien sea que me haya arrebatado a mi Iskender, lo pagará.

Por Alá, qué estoy pensando, ni si quiera sé quién pudo ser. No fue Safiye, ni Dilruba, ni Halime, ¿Qué otro enemigo exponencial teníamos? Mi cabeza da vueltas y vueltas y no puedo dejar de llorar. Siento como si mi corazón y mi alma hubiesen perdido la mitad, o incluso más que la mitad. El vacío en mi interior es notable.

Puedo sentir una oscura nube sobre mi cabeza. Nunca más volveré a sonreír, nunca volveré a querer, nunca volveré a amar, nunca abriré mi corazón otra vez, nunca más volveré a demostrarle un sentimiento a alguna persona de este Palacio, sean culpables, o no, no permitiré que alguien vuelva a meterse conmigo.

¿Quitarme la vida así como así? Mi Iskender la perdió estando solo, en una sala de médico, no estaba en sus Aposentos, ni acompañado por mí.

   –Me encargaré de un funeral digno. —Dice mi Madre. –Hemos sufrido perdidas el último tiempo, pero no serán las primeras ni las últimas, nunca se sabe quien puede perder su vida y ser recibido por Alá en su gloria.

   –¿Dónde tienen a Iskender? —Pregunta Murad.

   –Continúa en la camilla, nadie lo moverá hasta la ceremonia de mañana, está protegido por guardias de confianza.

   –¿Confianza dices? —La increpo brusco. Todos me miran. –Este Palacio es una escoria, Madre, no se puede tener confianza aquí, partiendo por ti, que nos engañaste con la muerte de nuestro Padre, ¿Y exiges confianza? ¿A unos simples guardias? Cualquiera podría robar el cadáver de mi Iskender y hacer lo que se le dé la gana.

   –¿Tú Iskender? —Intercede Ayse. –No te pases de la línea Mehmed, si bien era tu confidente y tu amigo, ¡Yo soy su esposa! Yo dormía con él y yo estoy embarazada de él, ¡Yo soy quien debería comportarse así! Sin embargo eres tú quien se encuentra haciendo un escándalo. Ya contrólate hermano, no pierdas tu dignidad con tanta facilidad. Aprende ya a demostrar entereza.

Me pongo de pie bruscamente sintiendo mi cuerpo helado, me acerco a Ayse, sin querer empujando a Murad en el acto.
Nadie dice una sola palabra y todos la miramos estupefactos.

   –¿Qué dijiste Ayse? —Pregunto asustado. Ella no responde. –¡Ayse!

   –¡Basta Mehmed! —Grita mi Madre.

   –¡Quiero que repitas eso! —Le ordeno.

   –¡Mi hijo crecerá sin su Padre! —Dice finalmente.

Nos enmudecemos y vemos en todas direcciones sin saber que pensar o qué decir.
No puede ser. Ayse está embarazada de Iskender. Iskender y ella van a tener un hijo.
¡Mi hermana tendrá un hijo del hombre que yo amo! Mi sobrino será hijo de mi Iskender.

   –¡No! —Grito furioso. –¡No puede ser cierto!

Mi Madre voltea a verme preocupada.

   –¿Por qué no? —Se pone de pie y se acerca a mí.
¡No soy tan estúpida como crees que soy! Mi esposo y tú se acostaban, ¿Y creíste que nunca me iba a enterar? Todo esto es para que veas que él a pesar de muerto, continúa siendo mi esposo, es lo que es, él me amaba más a mí que a ti, Mehmed, yo estoy embarazada de él, no tú, tú jamás tendrás algo de Iskender, lo tuyo y lo de él quedó en el pasado, te quedaste solo, como siempre, ya no tienes a Tarkan, tampoco a Gokhan, y a mi me perdiste también, felicidades, Príncipe Mehmed, no sé cómo lo haces para ser siempre tan despreciable.

   –¡Cállate! ¡Cállate! ¡Él me amaba a mí, no a ti, a mí! ¡Era a mi a quién besaba, a quien acariciaba y a quien tocaba, a mi, Ayse!

Se acerca velozmente a empujarme.

   –¡Ya cállate Mehmed, no te soporto!

   –¡Basta los dos! —Grita nuestra Madre.
¡Basta! Me parte el alma ver cómo se pelean frente a mí y yo no puedo hacer algo, ya basta Mehmed, has peleado toda tu vida contra Osmán, y tus hermanos pequeños, gracias a Iskender se acercaron a ti, ¿Y ahora osas pelearte con tu hermana Ayse? ¿Quien siempre te ha ayudado y apoyado? Ella siempre ha estado para ti incondicionalmente.

   –Nunca voy a perdonar que te acostaras con mi esposo, Mehmed, nunca. —Dice fríamente.

Seca sus lágrimas y sale del Aposento tocando su vientre.
Tocando una luz de vida que veré crecer frente a mis ojos todos los días de mi vida hasta que ya no existamos en este mundo, un calvario.

Príncipe Mehmed. (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora