"Mi Eterna Lealtad" (8x15)

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Príncipe Mehmed.

Osmán me gritaba y recriminaba mis supuestos planes. Su mandíbula se apretaba de ira y sus palabras eran cada vez más grotescas. Siempre remarcado su superioridad ante mí, recordándome que es el Sultán del Mundo y yo un simple Príncipe de una Sultana exiliada del Palacio.

Baris acababa de entrar y se puso frente a mi. Osmán le dijo que contara los planes que yo tenía. Baris lagrimea y permanece en silencio con la mirada clavada en el piso.

   –¡Vamos! ¡Repite lo que me contaste! —Le grita Osmán. –Quiero que lo digas frente a Mehmed, él no podrá hacerte daño, tienes mi protección ya que trabajaste muy bien y conseguiste lo que te pedí.

   –Mi Sultán... No es de mi agrado el asumir que traicioné a un Príncipe por petición. Haré siempre lo que usted ordene, tiene mi eterna lealtad. —Dice Baris sin despegar sus ojos de la alfombra. –El Príncipe Mehmed tenia oscuros planes para el futuro, me los comentó, y quisiera remarcar que fueron ideas suyas, completamente suyas.

   –¡Qué estás diciendo Baris! ¡Por Alá yo confié en ti! ¡Eres un maldito! —Mi corazón se acelera y mi respiración se agita mientras le grito. –No puedo creer que caí en la trampa... Soy el Príncipe traicionado, se repite la historia... —Susurro en voz baja mirando el piso. —Como con Berker... Y también Gokhan...

   –¿Dices algo? —Me pregunta Osmán al no entenderme. –Da igual, ¡Guardias!

   –¿Qué vas a hacerme Osmán? ¿Qué me vas a hacer? —Le pregunto asustado.

Los guardias se acercan haciendo una reverencia. Osmán les hace un gesto con la cabeza y ellos me jalan de los brazos. Forcejeo con ellos con todas mis fuerzas pero aparecen otros dos Agas y me sostienen por las piernas.

   –Encierren al Príncipe en sus Aposentos, ya decidiré qué hacer con él. —Dice Osmán mientras desaparezco por el pasillo.



Baris fue con Osmán y le contó toda la verdad. ¿Qué se supone que haré yo ahora? ¿Cómo escaparé?
Cuando los guardias me cargaron fuera del lugar Baris permaneció con él ahí dentro y vi cómo era felicitado por su actuar, su traición.

Hace ya horas que los guardias me encerraron aquí, por fuera sonó como si pusieran mil cerraduras tras la puerta para evitar que escape.
Todo se salió de control, todo el plan fracasó.

Cada conversación con Baris, cada mirada y cada abrazo, parecían tan reales, todo pareció tan real. Jamás imaginé que él deseara mi muerte. No entiendo el por qué lo haría.

Y así, con muchas lágrimas cayendo desde mis ojos y con ese pesado sollozo que viene desde mi pecho, permanezco recostado en mi cama, llorando hasta dormir.




Abro mis ojos y me encuentro en completa oscuridad en mis Aposentos, aún es de madrugada. Un golpeteo suave en la pared fue lo que me despertó.

Me acomodo en la cama y veo un pequeño hilo de luz pasar por el agujero en la pared.

   –Mehmed. —Dice la voz del otro lado. –Soy Baris, toma esto, vendré mañana a mediodía a verte.

Un pequeño papel enrollado atraviesa el agujero en la pared. Con mi mano lo detengo rápidamente mientras caía por el aire.

   –¿Baris? ¿Baris? ¡Perdí el veneno, Baris!

Ya se fue. Así como apareció de la nada, se fue sin aviso. Sostengo el papel en mi mano mientras enciendo una vela.

"Mi Querido Príncipe Mehmed

   Pude notar en tu mirada el dolor de la traición, pero es parte de un plan mecanizado por mí en el que tú eres una pieza más, solo debes actuar como te nace, te conozco lo suficiente para confiar en que tus acciones harán avanzar el plan como lo tengo en mi mente. Te salvaré, tu no te preocupes.
Me estoy jugando todo, por el todo.
Y mi todo eres tú.

Mi eterna lealtad.
   Baris."

Las lágrimas corren por mis mejillas y mi pecho se contrae por mi llanto ahogado.
Creí que Baris me había traicionado, que había firmado mi sentencia de muerte. Uno de mis peores pensamientos fue que dejaría esta vida siendo apuñalado por la espalda una vez más y sin poder defenderme, pero Baris demostró que me equivoqué al juzgarlo antes de tiempo. El sentimiento de culpa de apodera de mí, le grité traidor. A pesar que él sabe que no es así, fue capaz de aguantar mi odio momentáneo para hacer funcionar todo lo que planea.

Mi llanto pareciera ser de tristeza o de desahogo, pero no. Se trata de un llanto de alegría, de completa felicidad. Durante mucho tiempo solo me acompañaba la soledad y sentía que este mundo no tenia nada para darme, sin embargo me hizo callar de un solo golpe, devolviéndome un motivo para seguir adelante y no detenerme a pensarlo.



Ya por la mañana, los Agas trajeron mi desayuno. Se encontraban acompañados por guardias, para asegurarse que no escaparé apenas abrieran las puertas.

Por un momento creí que habían sido descuidados al no sellar mis ventanas, y abrí mis puertas del balcón y para mi sorpresa me encontré con un par de guardias junto a los pilares el nivel inferior.

He paseado por mi cuarto cientos de veces, de un lado a otro, y sentándome en la cama a esperar la llegada de Baris.

   –Mehmed. —Susurra desde el agujero. –Acércate.

Brinco en la cama y llego rápido hasta él.

   –¡Baris! —Hablo en voz baja. –No puede ser, en serio me asusté, creí que me habías delatado.

   –Tu hermano cree que querías organizar una rebelión y destronarlo, no sabe sobre nuestro escape, no te preocupes.

   –¿Eso le dijiste? ¿Para qué?

   –Tengo la confianza de ambos, tanto de la Sultana como del Sultán, así sabré cuándo firmarán tu sentencia. Pienso que será dentro de un par de días, de todas formas en el interior de tu desayuno está el veneno que usarás cuando te ahorquen.

   –¿Cómo estamos tan seguros que será ahorcamiento y no otra cosa?

   –Eres un Príncipe, jamás rebajaría su honor envenenándote o lanzándote del caballo.

   –Espero tengas razón y no me corten la cabeza.

   –Nada es certero por ahora, de todas formas busca el veneno, debes ponerlo junto a tu muela y morderlo, bebe el líquido y puedes comerte el envase también, lo digerirás. Ya debo irme.

   –¿Baris? ¿Baris?

Nuevamente me deja hablando solo.
Aún arrodillado sobre la cama, volteo a ver la bandeja del desayuno que me rehusé a comer.
Bajo de la cama y camino hasta la mesita con los platillos.

Miro cada uno de los platos en busca del ya mencionado veneno. Según Baris, no habrá problema en que me envenene a mi mismo, si no resultara bien, sería una de las muertes más torpes de la historia otomana.

Finalmente levanto un panecillo redondo y me encuentro con una pequeña y redonda bolita color blanca. La toco con los dedos y pareciera tener una textura pegajosa y húmeda. La quito de ahí y la guardo en el bolsillo que mi traje tiene a la altura del pecho.

Príncipe Mehmed. (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora