"Mehmed Y Baris" (7x11)

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Príncipe Mehmed.

¿Tuve a Baris Aga frente a mí? Lo tuve en frente de mi nariz sin saber que es el espía que hizo un agujero en mi pared y observa cómo me desnudo. Hizo un agujero en mi pared, y me espía desnudo. Está bien, quizás aceptaría que intentara obtener información de algún comercio escondido que yo haga o sobre dónde guardo mi tesoro privado, que por cierto no tengo, o quizás saber con quienes me relaciono o si planeo algo contra el estado.

¿Qué si Tarkan nunca se hubiera ido del Palacio y hubiésemos pasado nuestras noches juntos?
¿Baris nos hubiera espiado? Pudo habernos delatado, eso hubiese salido mal, muy mal.
Debería sentirme molesto, enojarme por que alguien haya violado mi privacidad de una manera tan morbosa como lo es espiar por un agujero casi imperceptible.

Cierro las puertas de mi balcón y las cortinas de cada ventana también. Enciendo velas y los candelabros para una iluminación tenue. Mis manos tienden a temblar por la ansiedad de la situación en la que me puse. Siento la mirada de Baris a través del agujero, y me posiciono con los ojos cerrados, frente a la cama directo delante de su ojo.

Me quito los zapatos lentamente y los acomodo en el suelo. Con ambas manos jalo la parte baja de mi camisa para quitarme, quedando con el torso al descubierto.
Sin querer mis ojos se quedan posados en la nada por largos segundos, y finalmente los vuelvo a cierro con fuerza mientras recorro cada linea de mis músculos en mi piel. Tocando mis pectorales con suavidad y bajando hasta mi abdomen, una y otra vez, respirando pesado.

En teoría, me dedicaría a desnudarme de forma provocativa ante la presencia de Baris en la pared, y en un comienzo me encontraba algo nervioso y ansioso. Pero en cierto punto, cuando mis manos bajan de mi torso hasta mis pantalones y acaricio mis piernas, la situación se vuelve algo cálida y cómoda para mí, casi como si lo disfrutara. Si, lo disfruto de cierto modo.

Me recuesto en la cama y quito mis pantalones, quedando finalmente sin ninguna prenda de ropa. Al ya haber pasado largos minutos, y de haber recorrido cada parte de mi cuerpo con mis manos más de tres veces, me animo a mirar por el pequeño agujero que hice a la altura de las rodillas.

Mi ojo no logra ajustarse a la oscuridad del lugar y tampoco ver nítidamente al ser un lugar pequeño. Me esfuerzo por mantener mi cuerpo en la cama y solo mi cabeza asomada hacia la zona del respaldo y la pared. Distingo ciertos colores del otro lado, hasta que comienzo a ver todo con mayor claridad y veo parte de él estando de pie en la bodega del otro lado.

Mi corazón se acelera y tiendo a sudar en algunas zonas donde mi piel se toca entre sí. Mi ojo al acostumbrarse al pequeño orificio y a la oscuridad del otro lado, logro ver parte de sus piernas descubiertas y su pantalón en el suelo.

Me despego rápidamente de la pared y quedo de pie viendo directamente al agujero de su ojo. Calmando mi respiración agitada. Escucho cómo suenan sus pies del otro lado, como vistiéndose con prisa y golpeando una pared sin querer.

¡Baris! —Grito mirando a la pared. –Sé qué es lo que haces ahí, quiero que vengas ante a mí ahora mismo, ¡Baris, se que eres tú! Te estaré esperando.

La luz del agujero se vuelve negra, demostrando que ya se fue del lugar con mucha prisa.

Tomo mi ropa y me visto con mis manos aún temblando. ¿Cómo fui capaz de hacerlo? No sé en qué pensé al descubrir mis ropas y mostrar mi cuerpo a un Aga oculto en la pared.
Si bien desde hace un tiempo he estado pensando cosas extrañas y siendo más osado cuando un chico me resulta atractivo. Descubrir que un Aga disfruta viendo a su Príncipe quitarse las vestimentas, mientras lo espía por un orificio en el muro, y permitir que lo haga, pienso que es el colmo de mi morbosidad, y también de la suya. Si hubiese sucedido con Osmán, o alguno de mis hermanos, probablemente lo decapitarían enseguida.

Paseo nervioso de un lado a otro en mi Aposento. Inhalando y exhalado exageradamente para calmar mis nervios. Me seco las manos en la ropa cada ciertas vueltas por el sudor que emana de mi piel. Tras cinco segundos que pasan, tiendo a mirar la puerta esperando que alguien golpee con intención de entrar y dar una explicación sobre sus conductas psicopáticas. Por alguien, me refiero a Baris.

Por un momento empecé a creer que no se presentaría. Yo en su posición, también hubiese escapado del Palacio sin pensarlo dos veces. Es tan simple como robar un candelabro o una bandeja de plata y venderla por un pasaje en barco a cualquier puerto lejano. No lo hubiese dudado, es eso y empezar de nuevo toda mi vida, o morir por una extraña fascinación con su Príncipe. Mientras más lo pienso, más siento que lo estuviese justificando, pero solo por que es conmigo. Si lo hubiese sorprendido espiando a Murad o a Bayezid... Solo Alá sabe de lo que soy capaz de hacerle a su cuello utilizando mi daga.
Me detengo en mitad del cuarto mirando fijamente a la puerta, mirando los detalles de la madera e intentando alejar los pensamientos sanguinarios que estaban inundando mi mente.

Dos golpes muy débiles y casi imperceptibles suenan en la puerta, como si la hubiesen tocado con todo el desanimo del Mundo. Trago saliva con pesadez e intento hablar pero las palabras no me salen. Regreso a mi escritorio y me sirvo un vaso con agua para refrescar mi garganta. Vuelven a tocar la puerta, pero esta vez con un poco más de energía.

Entre. —Digo finalmente.

Las puertas se abren, e ingresa el Aga rubio, son sus ojos verdes cristalizados y clavados en el suelo sin intención de verme a la cara.

Mírame a los ojos Baris, te lo ordeno. —Digo firme. Él levanta la mirada y la posa en mi. –Es momento de que des explicaciones.

Príncipe Mehmed. (Gay)Where stories live. Discover now