"Los Mercenarios" (8x06)

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Príncipe Mehmed.

Baris me responde la mirada y puedo notar cierta ternura en sus ojos. Mientras conversábamos sobre mi historia con los Aspirantes a Jenízaros, lo quedé mirando fijo, apreciándolo, y él se limitó a hacer lo mismo.

   –Me gustas Baris. —Intento esbozar una sonrisa.

   –¿Eso es toda la sonrisa que puedes darme?

Ambos reímos. Me da un golpe en las costillas que me provoca soltar una carcajada. Él se une a mi risa y apoya su cabeza en mi hombro. Es la primera vez en mucho tiempo que una risa sincera sale de mi.

Nos levantamos de los cojines en el suelo y nos adentramos en la arboleda junto a las murallas del Palacio. Seguimos un sendero de piedras en el suelo quedando fuera de la vista de todos. Baris me toma del brazo.

   –Ya estás aprendiendo a sanar, Príncipe Mehmed del Imperio Otomano. —Dice sonriendo.

   –¿A qué se debe tanto título en mi nombre? Ya sabes como debes llamarme.

   –¿Quieres que te llame por la palabra "Amor"?

   –Hola Amor, adiós Amor. —Digo con voz aguda. Ambos reímos. –Por favor jamás lo hagas, nunca, te lo suplico.

   –No me importan tus suplicas, no te tengo piedad.

   –Por favor, Baris de quién sabe dónde, tenme piedad, ¡Piedad!

Se queda en silencio y caminamos sin decir una palabra. Noto cierta incomodidad pero decido ignorarlo.

Baris de Zorya. —Dice mirando hacia adelante. Gira su cabeza hacia mi. –Vengo del norte del Mar Negro.

–¿De esas Tierras heladas y frías?

–Me trajeron cuando era un niño, solo recuerdo que hacía un frío que te impedía sentir tus dedos de los pies si te dormías sin abrigarte bien.

–Eso explica cómo hablas nuestra lengua. ¿Piensas regresar algún día?

–Siempre estoy yendo, y viniendo, he estado en muchos lugares de esta parte del Mundo, desde Portugal hasta Bakú, y desde Jartum hasta Estocolmo.

–¿Portugal? ¿Eso es en el Oeste? —Pregunto señalando hacia la izquierda. Baris mueve mi mano hasta apuntar hacia atrás nuestro. –Iskender y yo fuimos buenos amigos de su actual gobernante. Conocimos a Phelippe cuando su Padre y él vinieron por un tratado de paz con mi difunto Padre, el Sultán Ahmed.

–¿Es muy mayor?

–No, no, tomó el gobierno de su reino teniendo casi nuestra misma edad.

–¿Y... pasó algo con él?

–Él nos ayudó a Tarkan Iskender y a mí. Aclaramos nuestros sentimientos, es decir, yo quería a Iskender, pero no sabía que estaba enamorado de él. Phelippe fue un gran amigo en su momento, siempre sarcástico y con una intención pervertida de fondo.

Baris ríe. Continuamos el trayecto diciendo bromas aburridas pero que ocasionan risas eventuales. Damos la vuelta por la arboleda y llegamos hasta el Jardín Imperial. Baris se suelta de mi brazo.

Nos detenemos al ver llegar un gran grupo de soldados por las puertas imperiales, pero ninguno viste el traje Jenízaro.

¿De qué se trata todo esto? —Pregunto en voz baja.

–Su hermano, el Sultán, ordenó que quitasen tres quintos de los Soldados Jenízaros, y los remplazó por esos mercenarios que llegaron. Se especula que traerá más.

–Confío en ti, Baris, no me agrada que uses la palabra "Especular", necesito que me digas siempre la verdad.

–Siempre tendrás la mejor versión de mi, Mehmed, pero no quita el hecho de que tal vez mis informantes puedan equivocarse. Solo cumplo con que sepas lo que se teoriza sobre el futuro del Imperio para que tengas al menos una idea de lo que puede llegar a suceder.

–Regresemos adentro, prefiero que no nos vean aquí.


Acerco mis manos a la chimenea de mi Aposento.
Baris tuvo que ir a dar informe de situación a la arpía de Meleksima. Dijo que regresaría apenas pudiera, teme que puedan estarlo espiando.

Golpean la puerta dos veces e ingresa Ayse con su guardia personal. Los invito a acercarse al calor del fuego, por las tardes el frío tiende a aparecer.
Ayse toma asiento en la silla junto a mí, Tor se queda en la puerta.

El invierno se acerca, ya se está haciendo notar. —Dice Ayse. –¿Dónde está Baris?

–Está ocupado, asuntos Imperiales. —Me quedo viendo el fuego. –Vi llegar unos mercenarios al Palacio a medio día, llegan por montones.

–¿Dices que Osmán tendrá a su servicio tanto a mercenarios como a Jenízaros?

–Pretende hacer a un lado a los Jenízaros poco a poco.

–¿Crees que eso resulte bien? Digo, si logramos que dé la orden de ejecución en tu contra, ¿Qué haremos si el verdugo no es comprable?

–No por que traiga mercenarios, va a cambiar las tradiciones del Imperio completo, siempre han sido verdugos jurados, no puede cambiarlo.

–¿Y qué si lo hace? —Pregunta en tono molesta.
No te dejes estar, Mehmed, debes mantenerte atento.

–Baris me proporciona la información que necesito, es más que suficiente.

–Ten cuidado con depositar toda tu confianza en él.

–Ayse. —Digo tosco. Le dedico una mirada severa. –No repitas eso, yo confío en Baris, le confío mi vida, sería incapaz de traicionarme.

La puerta del Aposento se abre y hace aparición. Con notable agitación y el rostro rojo.

¡Baris! —Me levanto de la silla. Ayse y yo nos acercamos. –¿Estás bien? ¿Qué sucede?

–Osmán dió la orden de invitarte a comer. Salí apenas pude y corrí por otro pasadizo para llegar antes que el Aga. Es el momento perfecto Mehmed, ¡Escapa por el balcón y huye con los Jenízaros del Cuartel, pídeles protección y di que Osmán ordenó tu ejecución!

Baris tiene razón, Mehmed, escúchalo, es perfecto, es el momento perfecto para que la división entre ustedes dos termine por agrandarse.

–Sultana, debemos salir de aquí antes que nos vean, vámonos. —Le dice Baris a Ayse. Ella se regresa a mí.

No temas hermano, estaré atenta. —Me dice intentando darme calma.

–Espera que el Aga te haga la invitación, dile que cambiarás tu vestimenta para ir, por que querrán escoltarte, y cuando salgan del Aposento, escapas por la ventana. —Ordena Baris. Se acerca y deposita un beso en mis labios. –Confío en ti, sé que dirás las palabras correctas para tener el apoyo del Cuartel, ellos te conocen bien.

–Debemos irnos Baris, rápido. —Ayse lo toma del brazo. –Ya tendremos noticias tuyas hermano.

Salen del cuarto cerrando la puerta. Mi corazón se agita y las náuseas inundan mi estómago. Respiro profundo y me obligo a estar en calma. Se siente una eternidad esperar que el Aga llegue hasta aquí y toque mi puerta.

Planificar algo, suena sencillo. Cuando lo hacemos mientras se avanza por el camino resulta en esto, una situación cansadora y llena de estrés.

Príncipe Mehmed. (Gay)Where stories live. Discover now