"Descontrol" (5x21)

198 21 1
                                    

Príncipe Mehmed.

Todo acaba de salirse de control de una forma estrepitosa. Nunca antes me había sentido en un agujero tan enorme. Puedo sentir la soledad recorriendo mis fríos Aposentos. La noche está en su cúspide, Murad solloza en mi puerta para que lo deje pasar y yo se lo niego.

Es solo un niño, pero que busque contención en otro lugar, no tengo cabeza para sostener a alguien, soy yo quien necesita que lo protejan y lo han hecho muy mal. A la fuerza aprendí a arreglármelas solo, todos ellos también podrán.

Alá y solo Alá sabe que no quiero a tener a Ayse de enemiga, no la necesito enfrentándome, ya tengo demasiados, estoy rodeado, solo necesito paz y tranquilidad. Es lo único por lo que siempre he velado.

Veo las nubes pasar en el cielo negro. Las lágrimas caen por mis mejillas muy lentamente hasta mis labios, sintiendo su amargo sabor salado. La luz de la Luna se ve obstruida cada ciertas grandes nubes que atraviesan el cielo, haciendo un juego de va y ven con las nubes pequeñas, es casi imperceptible, pero llevo tanto tiempo mirando desde el balcón que he notado ciertos detalles que nunca había visto.

El vacío en mi pecho jamás se llenará con algo. Nunca en la vida podré reemplazar a Iskender. Él es único, nadie está a su altura, ni el Sultán más poderoso ni el más magnífico, ni el guerrero más audaz, nadie es mejor que mi Iskender.

La noticia debe haber ya llegado a oídos del Príncipe Phelippe de España y Portugal.
Que rece mucho por el alma de mi Iskender.
Que descanse en paz.



El Sol de la mañana me llega directo al rostro. Mi piel se encuentra dura por las lágrimas secas. Apenas logro levantarme del suelo y apoyarme en la baranda. Observando un hermoso amanecer. Un cielo radiante y un clima perfecto.

De a poco comienzo a recordar y a asumir todo lo sucedido ayer. Todos los acontecimientos.
Ni me animo a salir de mis Aposentos.
Desde hace unos minutos escucho que alguien golpea la puerta, pero no me interesa, si no es Iskender, no me importa.

   –Mehmed, por favor abre. —Es Murad.

   –Vete de aquí, quiero estar solo, necesito pensar.

   –Hermano, me duele el cuello, dormí aquí sentado y me duele la espalda también, por favor déjame entrar, tengo frío. —Suena un leve golpe, como si hubiera apoyado su cabeza contra la madera de la puerta.

Su voz sonó más dolida y desesperada que de lo normal.

Lo medito unos segundos y me aproximo para abrir y dejarlo entrar. Él ingresa y se recuesta en la cama con dirección a mí. Balanceando sus pies en el aire ya que por su altura no logra tocar el suelo.

   –Tienes tus ojos muy rojos. —Dice con la cabeza inclinada. – Es por que lloraste anoche, y mucho.
De su manga saca un pañuelo azul y estira su mano para que lo acepte.

Le rechazo el pañuelo y se levanta con sus manos posicionadas en la cintura.

   –Estás más soberbio que de costumbre, hermano. Yo solo vengo a ayudarte y ver cómo estás y me tratas así. ¿No piensas decirme algo?

   –Lloré por Iskender, no me avergüenza que lo sepan todos, yo perdí a mi Amor, y sigo aquí en pie. No lograrán derrotarme con esto.

   –Me alegra escuchar que estás mejor.

   –¿Dije que estoy mejor? Mentí. No lo estoy.

   –Al menos no estás gritando como ayer, me asusté mucho cuando Ayse y tú comenzaron a discutir y a decir todas esas cosas, doy gracias a Alá que Osmán no estaba allí, él no puede enterarse de tu gusto por Iskender.

   –Él murió. Y que Osmán sepa todo lo que sucedió entre nosotros ya no me interesa, no me importa nada. Realmente ya nada me llena el vacío que siento aquí. —Señalo mi pecho.

   –¿Ni nosotros tu familia?

   –Vamos Murad, no me mal interpretes.

   –Nunca nos has querido Mehmed, jamás.
Reclama ofendido.

   –Claro que los quiero, claro que me importan, todo lo que he hecho ha sido por cuidarnos, a mi, a Iskender y a ustedes, este Palacio está rodeado de enemigos, y también ellos caminan entre nosotros.

   –¿Sospechas de alguien del Palacio?

   –¿Sospechar sobre qué?

   –La muerte de Iskender.

   –Muchas personas, investigué un poco y descarté a algunos, pero no estoy seguro que me hayan dicho la verdad.

Nuestra conversación se ve interrumpida por ruidos desde el jardín, en el borde del Balcón.
Ambos nos callamos y nos ubicamos en posición de alerta con nuestras dagas listas para desenfundar.

¿Murad tiene una daga escondida en sus vestimentas? Voy a ignorar ese hecho solo por la espontaneidad de la situación.

   –Te dije que yo debía subir primero y así te ayudaba. —Dice una de las voces.

   –Lo estoy haciendo bien, no sé qué te quejas.
Responde la voz más infantil.

Una mano aparece en la baranda y se asoman sus cabezas solo dejando visible sus cabellos negros y rojizos. Sin mostrar sus rostros.

Me acerco y los ayudo a subir uno por uno.

   –Si intentaban espiar y no ser descubiertos, déjenme decir que fracasaron totalmente y fueron descubiertos, los hubieran asesinado si esto hubiese sido una misión real. ¿Qué hacen ustedes cuatro aquí? —Pregunto.

Una vez todos dentro, Bulent responde mi pregunta mientras ayuda a Ruzgar a limpiar su vestimenta.

   –Yigit y yo vinimos temprano y había un niño durmiendo en tu puerta, no quisimos interrumpirlo así que rodeamos el Palacio, en eso nos cruzamos con Eren y Ruzgar que nos habían seguido, discutimos la situación, y entramos por el balcón.

   –Claro, lo más normal del mundo. —Me hago a un lado para que vean a Murad acostado en mi cama.

   –Niño, de haber sabido que ibas a entrar por la puerta, lo hubiéramos hecho contigo. —Dice Yigit.
Bulent quiso subir primero y casi cae encima mío. —Los cuatro ríen.

Murad se acerca a mí y me susurra en el oído.

   –Me da la impresión que desconocen lo que sucede, deberías decírselos tal vez.

Levanto la mirada y los hago callar a todos.
Les indico acercarse a la cama y nos vemos de frente los seis.

   –Bulent, y Yigit, ustedes dos nos han acompañado a Tarkan y a mí el último tiempo, él seguramente estaba agradecido de haberlos conocido, se sentía muy a gusto contigo Yigit. —Lo señalo. –Y también contigo Bulent. A Eren dudo que lo conociera siquiera de nombre y con Ruzgar compartió lo suficiente como para tenerle estima aquella vez en el campamento. Más allá de todo eso, yo debo decirles algo importante.

   –¿Príncipe? ¿Ya no quiere que seamos amigos? ¿Quiere que dejemos de venir? —Pregunta Ruzgar.

Bajo la cabeza y sin pensarlo dos veces, digo aquella oración que hace que se me estremezcan hasta lo más profundo de mis huesos y reviva toda mi melancolía.

   –Tarkan Iskender, ha muerto chicos.

Príncipe Mehmed. (Gay)Where stories live. Discover now