"El Espía" (7x03)

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Príncipe Mehmed.

Mi ánimo se ha visto notablemente decaído estas semanas, y al parecer todos lo habían notado. No había vuelto a salir al Jardín desde aquella ceremonia conmemorativa por la muerte de Tarkan Iskender, la partida de mi Aga. Y hablar ayer con Murad, me subió el ánimo de cierto modo.

Supongo que al no saber protegerlo como corresponde, es lo mejor, separar nuestros caminos y solo avanzar, continuar hacia adelante con nuestras vidas y aprender a cargar el peso de nuestras decisiones y errores.

El Sol entra por mi ventana haciéndome sentir calidez en la mano mientras escribo una carta para mi hermana Ayse, en Egipto. Ella y yo nos hicimos bastante daño sin querer, solo por amar a la misma persona, solo espero que sepa perdonar mi impulsividad y esa falsa idea de guerra por un hombre. Yo no gané, ni ella perdió, ya que ambos acabamos destrozados, pero ella tuvo la valentía de irse lejos, sin el consuelo de su familia ni la calidez de su hogar.

¡Aga! —Grito hacia la puerta de mi Aposento.

El chico entra de prisa, sosteniendo ambas manos delante suyo y mirando el suelo a modo de respeto.
A juzgar por el pequeño gesto de su nariz, pienso que yo ya me acostumbré al olor a encerrado de mi Aposento. Sin salir de aquí por días y tampoco tomar baños debe haberlo convertido en algo más apestoso que una bodega abandonada de quesos.

Envíen esta carta a Egipto, para mi hermana la Sultana Ayse tan pronto sea posible, necesito saber su respuesta con urgencia.

El joven Aga me reverencia y se marcha por donde vino.
Ayse debe tener conocimiento del triste desenlace que hice creer, que tuvo Iskender. Solo necesito saber si las cosas entre ella y yo realmente están en paz o si necesita algo de consuelo de su hermano, yo estaré ahí para ella a pesar de, que Alá me perdone, el alivio que sentí al escuchar sobre la muerte de mi sobrino Mustafá, supongo que nunca me hubiese acostumbrado que Tarkan Iskender tuviese un hijo con mi hermana.

Escucho golpear tres veces la puerta. Doy la orden que puede entrar.

Buenos días hermano. —Saluda Murad.

Es su recorrido rutinario, por las mañanas viene a saludarme y siempre dice lo mismo.

Vine a asegurarme que sigues con vida. —Dice sonriente. –¿Quieres desayunar en el Harén con nosotros?

–No, Murad, estoy cansado. —Respondo sin voltear a verlo mientras escribo una copia de la carta.

Acaba de salir un Aga con una carta, ¿Estás escribiendo otra?

–Es una copia, en caso que esa se pierda, necesito saber de Ayse.

–¿Sucede algo con nuestra hermana?

Se acerca hasta mi escritorio. Volteo a verlo.

Está todo bien, solo quiero saber cómo se siente con la partida de Iskender.

–Lo dices como si se hubiera ido de viaje. —Pone su mano en mi hombro. –¿Aún sigues triste por su muerte? Yo lloré un par de días y luego me acostumbré, algo así como lo que sucedió con nuestro Padre y nuestro sobrino Mustafá. Ahora Iskender se encuentra con ambos en el Reino de Alá.

Lo quedo mirando mientras aprieto mis labios con amargura. Separo la silla del escritorio y abrazo a Murad con notable exceso de fuerza.

Cuidado hermano, vas a dejarme inconsciente.

–Iskender está bien, a salvo. —Digo finalmente.

¿Qué? —Pregunta asombrado. Separa su cabeza de mi hombro y me ve de frente. –¿Qué significa eso? ¿Está bien? ¿No murió?

Veo sus ojos llenos de ilusión e inocencia. Mi mano tiembla un poco antes de acaricias su mejilla.

Está a salvo, junto a su hijo Mustafá, y a nuestro Padre Ahmed, están juntos cuidándose unos a los otros. ¿O crees que Iskender permitiría que algo le sucediera a Mustafá? ¿O que nuestro Padre permitiría algo malo hacia Iskender?

–Claro que no, hermano. —Dice secando sus lágrimas. –Nuestro Padre es justo e inteligente, jamás permitiría que sucedieran injusticias mientras él tenga conocimiento de la existencia de esas mismas.

Muchas injusticias sucedieron en este Palacio de Tormentos mientras nuestro Padre, el difunto Sultán Ahmed Khan, continuaba con vida. Pero Murad tiene razón, mientras él tuviese conocimiento de aquellas injusticias y males, nunca los hubiese permitido.

Todo el daño que nos hicieron siempre ocurrieron a sus espaldas, y perdió la vida sin enterarse de quienes era realmente los traidores.
Las conductas de Osmán y Meleksima, luego de la muerte de Iskender, han cambiado notablemente, y todos lo murmuran por los pasillos. Sin haber salido de mis Aposentos me he enterado de distintas cosas.

Se rumorea, de mal origen, que perdí la cordura y por eso me encerré en mis Aposentos, y que planeo usurparle el Trono a mi hermano Osmán, o bueno, a Osmán, ya que desconozco si puedo confiar en él como un hermano luego de lo que su favorita Meleksima nos hizo, y el chantaje hacia mi Madre.

Suleyman Aga es parte de algo más que su deber como Aga del Palacio. Ha estado merodeando de forma extraña mis Aposentos. De madrugada se atreve a asomar su mirada por la puerta hacia el interior de mi Aposento. Finjo estar dormido en lugar de encararlo.

Murad se despide de mí y sale del cuarto con prisa para ir a entrenar Combate Cuerpo a Cuerpo.
Es en ese momento en que noto un leve movimiento de uno de los puntos de la decoración de la pared detrás de mi cama.

Mis paredes fueron diseñadas con clásicas figuras que simulan ser un templo, o al menos eso es lo que siempre he pensado, que el Palacio es un enorme templo para venerar a Alá.

Acerco mi rostro hasta la pared pero no logro distinguir alguna anomalía.
Hasta que con mis manos recorro la muralla casi completa, y me detengo al sentir una brisa helada desde la pared.
Con extrañeza intento ver de dónde viene esa corriente de viento, y finalmente mis ojos logran captar un pequeño e ínfimo agujero en la pared. El ojo de una persona es capaz de espiar todo mi Aposento a través de un agujero tan bien hecho y tan bien escondido.

Tiene que ser una broma... —Suspiro al aire con la mandíbula apretada.

Príncipe Mehmed. (Gay)Where stories live. Discover now