"Sin Retorno II" (1x22)

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Sultana Ayse

Toda la última semana a sultana Ayse tuvo que asistir a sus compromisos sola. Iskender casi ni la visitaba, decía que tenía asuntos importantes que resolver, pero cada vez que ella consultaba con Jennet Kalfa, o con su madre la sultana Kösem, ninguna tenía una respuesta satisfactoria para ella. Aún así, se controlaba para mantener la compostura.

Esa mañana Ayse estuvo esperando ansiosamente a que Iskender llegara. No había aparecido desde el día anterior, y nadie lo había visto por el palacio. Supuso que pudo haber salido hacia el pueblo, pero no puso en duda, Iskender no iría sin ella, eso es lo que quería creer. Le resultaba bastante extraño que su esposo no durmiese con ella, no había una sola persona en todo ese palacio con quien tuviese la confianza como para pasar la noche allí.
Salió de su aposento y caminó hasta el guardia.

Selil. —La sultana llamó su atención. Él la miró y reverenció con respeto. –Necesito saber algo.

–Estoy a su disposición, mi sultana, como siempre.

–¿Has visto a mi esposo, a Iskender? Desde ayer no ha aparecido, la última vez que lo vi fue durante la mañana.

–Esa fue la última vez que lo vi también. No ha regresado a sus aposentos desde entonces, mi sultana. Lamento no haber sido de ayuda.

Ayse no pudo evitar preocuparse. Pensaba en lo irresponsable que sería de parte de Iskender el no haberle avisado.

¡Dónde estás Iskender! —Gritó furiosa a todo pulmón.

Los guardias la miraban asustados por los gritos repentinos y bajaron la mirada enseguida.
Se sentía decepcionada de que su esposo fuese capaz de ocultarle cosas, siendo que desde los primeros momentos en los que se conocieron, ella le dio la confianza suficiente como para que se apoyase en ella. Había visto a Iskender recostado durmiendo en los aposentos de Mehmed, y aún así no lo acusó por excesiva confianza, o de lo que quisiese acusarlo.



Durante la tarde de ese mismo día, la sultana Ayse e Iskender paseaban juntos por los jardines privados del palacio. Ella finalmente lo había encontrado. Cuando lo vio aparecer por uno de los pasillos, toda su ira y enojo, pareció desaparecer. Se colgó de su cuello y lo besó en los labios, él le correspondió, le estaba dificultando ocultar si incomodidad, sin embargo, ella no lo notó.

Estaban caminando por los alrededores, el sol estaba ocultándose tras las enormes montañas en el horizonte. Ayse apreciaba el color anaranjado en todo lo que los rodeaba. Caminaban junto a la laguna, alrededor de ella. El palacio se encontraba frente a ellos, estaban retornando hacia él cuando ella le preguntó dónde había estado.

Fue cuando Iskender le reveló el accidente del carruaje, cuando se dirigía hacia el pueblo. La sultana no pudo esconder su molestia y su esposo pudo notarlo. Tuvieron una especie de discusión y ella se marchó furiosa del lugar. Iskender quedó muy por detrás de Ayse. Atravesó las puertas de los muros y se detuvo. Estaba furiosa.

Ayse sabía que en ocaciones era impulsiva, y que se comunicaba mal. No quería pelear con Iskender, sin embargo, no había logrado contenerse ante esa conversación. Ella quería acompañar a su esposo al pueblo, tenía más que claro que él no era oriundo de allí, quería enseñarle lo que ella sabía, que no solo era una sultana nacida en cuna de oro, con agas que la servían y concubinas que la bañaban. Quería compartir con él los lugares que conocía. Y le molestaba mucho la idea de que su esposo le ocultara información.

Desde muy pequeña, la sultana Ayse, demostró tener un carácter fuerte, siempre había sido decidida y muy sabia, pero no significaba que en ocaciones cometiera errores, y justamente eso era en lo que estaba pensando apoyada de espaldas en esa fría pared. Creía que estaba equivocándose al tratar así a Iskender. Si ella quería que él confiara en ella, su reciente actuar no era la mejor forma de conseguirlo.

Se esforzó por tranquilizarse y decidió regresar. Abrió las pesadas puertas de madera del muro y regresó al jardín. Le pareció ver a su hermano Mehmed junto a la laguna, pero cuando se acercó lo suficiente, lo perdió de vista.
Caminaba junto a los rosales de su madre cuando vio una luz anaranjada ente los árboles, pasando la laguna. Pensó en Iskender. Quería disculparse con él.

Dejó la laguna muy por detrás de ella y se adentró en la oscura arboleda. No podía ver dónde pisada, todo estaba demasiado oscuro. Solo podía ver el resplandor de una antorcha alejándose entre los troncos de los árboles. No entendía qué podía estar haciendo Iskender en un sitio tan apartado, parecía nunca detenerse. Ella jamás había estado en esa zona del jardín del palacio, pero se sentía segura siguiendo el rastro de su esposo, no creía que podía ocurrirle algo malo.

Escuchaba gritos, alguien estaba discutiendo con Iskender. Aún estaba lejos de ellos, se preocupó y comenzó a correr. Vio las dos siluetas golpeándose, y cómo rodaban por el suelo.
Había una raíz sobresaliente en la tierra, y Ayse tropezó con ella. Cayó al suelo, casi se golpeó el rostro pero pudo poner sus manos a tiempo para apoyarse. Su tiara se cayó y rodó. La buscaba de rodillas hasta que la tocó en la oscuridad, estaba ensuciando todo su vestido y sus piernas. Se sacudió y arregló el cabello y puso la tiara en su cabeza nuevamente.

La pelea había cesado. Se acercó a un árbol, preparada para enfrentar lo que fuese que estaba ocurriendo, pero ni ella se lo había podido imaginar. Se asomaba por el tronco, estaba escondida espiando. No pudo contener su sorpresa y se cubrió la boca con una mano, evitó hacer cualquier ruido fuerte, no quería ser vista descubriendo lo que ella consideraba una verdadera atrocidad. Iskender estaba con Gokhan. Ambos estaban allí, solos. Ayse no podía creer lo que veía. Quería creer que todo era una mala broma, o un mal sueño. Quería despertar y que todo eso no estuviese ocurriendo frente a sus ojos.

Príncipe Mehmed. (Gay)Where stories live. Discover now