Capítulo 4

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Isabel subió la escalera con cansancio, llevaba casi veinticuatro horas en pie y encima el ascensor estaba estropeado. Metió la llave en la cerradura y desde ese momento supo que había alguien dentro. Sonrió. No esperaba menos.

- ¿Dónde te habías metido? - preguntó el joven que la esperaba - estaba preocupado.

- Se alargó la cosa – respondió soltando las llaves y quitándose el abrigo.

- ¿Cómo ha ido?

- No sé – dijo pensativa – la inauguración bien, pero hay algo que no me gusta.

- ¿Y tu padre?

- En su línea.

- ¿Te ha dicho algo más?

- Me ha prevenido – confesó - a mí y a Natalia.

- ¿En serio! creí que no lo haría – respondió pensando en lo cínico que podía ser aquél hombre.

- ¿Por qué? A fin de cuentas es mi padre – dijo adivinando sus pensamientos – digo yo que algún cariño me tendrá.

- No lo digo por eso – se apresuró a corregirse – es que esta tarde, en el despacho, creí que estaba a punto de derrumbarse y contarme qué es lo que hay detrás de todo esto, pero... en el último momento se arrepintió.

- ¿Tú crees que él...? – preguntó con miedo de la respuesta.

- Yo creo que la situación le ha superado. Creo que ha recibido presiones de arriba y que o no ha podido, o no ha querido o no ha sabido decir que no.

- Me preocupa todo esto, y... me preocupa Nat – confesó – quizás debería contarle todo lo que hemos averiguado hasta ahora.

- No es necesario – le aconsejó – Evelyn está con ella y sabrá cómo protegerla. Además, tienes una patrulla siguiéndola todo el día.

- Bueno, en realidad la tienes tu – sonrió.

- Si – dijo acercándose a ella, cogiéndola por la cintura y atrayéndola hacia él – y si tu padre se entera me corta los... - guardó silencio ante el beso de Isabel.

- ¡Qué ni se le ocurra! eres mío en cuerpo y alma, Inspector – bromeó volviendo a besarlo, pero una idea cruzó por su mente – Josema – dijo separándose – ¿crees que mi padre sería capaz de mandar qué...?

- No lo sé – respondió sin dar opción a que formulase la pregunta entera – a veces, lo veo tan acorralado que creo que sí, pero es un hombre muy inteligente y, en el fondo sabe que, a estas alturas, eso no serviría de nada.

- ¿Estás seguro?

- Si. Nat ha sabido hacerlo muy bien – rió – la verdad es que cuando me contaste lo que planeaba nunca creí que lo conseguiría. Pero al César lo que es del César. Ha sabido jugar con todos.

- Si. Pero eso la ha puesto en el disparadero.

- Bueno, pero también le ha dado una forma de protección ¿no crees?

- Yo sigo sin tenerlas todas conmigo.

- Isabel. No te preocupes. Ya no tiene sentido ir contra ella. Si le ocurriese algo, la convertirían en una mártir de su causa y no acabarían con el problema, todo lo contrarío.

- Visto así, creo que tienes razón.

- Así es como hay que verlo – dijo con seguridad – Fallaron en su momento. Bueno más que fallar les salió mal la jugada – añadió – y sabes que si hubiesen querido, por mucho que te hayas esforzado, ya lo habrían conseguido. Ahora serán más sutiles. Han buscado a tu padre para ello.

La ClínicaWhere stories live. Discover now