Capítulo 35

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Regresaron en silencio, la enfermera perdida en sus recuerdos y, por primera vez, reconfortada por la reacción cariñosa de la pediatra. Natalia, mareada por aquella confesión, por aquel relato que la había impresionado tanto que no sabía qué hacer ni qué decir, sintiéndose culpable por todo lo que ocurrió, por cómo se comportó con la enfermera, convencida de que si no hubiera sido por lo que ella le hizo Alba nunca se hubiera marchado y jamás hubiera tenido que vivir aquello, era la misma sensación que tuvo el día que leyó el informe de Médicos sin Fronteras pero ahora esa sensación había aumentado proporcionalmente al horror que había descubierto, y regresaba sintiéndose de nuevo enferma y agotada.

Cuando llegaron al campamento Germán las estaba esperando, corrió hacia ellas y Alba comprobó que su rostro mostraba enfado y preocupación, se les había hecho muy tarde y había tenido a Natalia fuera más de dos horas, sabía que le esperaba una buena bronca. El médico rápidamente comprendió que había ocurrido algo entre ellas y se temió que Alba hubiera seguido sus consejos de la noche anterior. Estaba claro que, si lo había hecho, no le había ido bien, los ojos hinchados de la enfermera así se lo hacían saber. Germán miró a Natalia, estaba muy demacrada y sus ojos también revelaban tristeza.

- ¿Dónde estabais? – preguntó saliendo a su encuentro - me teníais preocupado.

- Antes de que nos eches la bronca, necesito ir al baño – dijo Natalia angustiada – Alba, por favor, ¿te importa? – le pidió temiendo que se detuviese a darle las explicaciones que el médico había reclamado. Su mareo había ido en aumento a la par que el dolor de cabeza y ya no era capaz de aguantar más las náuseas.

- No pensaba echarte la bronca a ti – le dijo Germán, con suavidad escudriñándola con detenimiento – si no a esta enfermera milagro – recalcó con retintín – que va a conseguir que sea un milagro que salgas viva de aquí – reprochó sarcásticamente por la tardanza.

- Déjala en paz – soltó Natalia con genio – he sido yo la que ha insistido para no volver – mintió defendiéndola – y ahora, por favor, Alba, te importa llevarme al baño.

- Claro, vamos – dijo empujándola seguida por el médico – ¿Necesitas ayuda? – le preguntó entrándola y dejándola en la puerta de uno de ellos.

- No – dijo tragando saliva - ya salgo yo - continuó intentando sonreír no quería que pensaran que estaba peor y no la dejara salir al día siguiente - ¿me esperas fuera?

- Tú lo que quieres es que la bronca me caiga a mí – bromeó guiñándole un ojo.

Pero Natalia no estaba para bromas asintió y entró sin decir nada más. Alba la observó ligeramente extrañada y salió al encuentro de Germán que, al escucharla llegar, se volvió hacia ella, cruzó los brazos sobre el pecho y frunció el ceño.

- ¿Se puede saber qué os ha pasado? – preguntó y sin dejarla responder continuó – te dije que máximo una hora.

- Ya lo sé – respondió desviando la mirada – pero...

- No hay "peros" que valgan – la cortó airado - No voy a dejarla salir más si no se cumplen mis órdenes a rajatabla. Me da igual que quiera estar fuera más rato, si ella no tiene cabeza tendrás que tenerla tú – continuó con el rapapolvo.

- Lo siento, ha sido culpa mía – reconoció cabizbaja.

- Pero... no dice que...

- No le hagas caso...

- A ver, ¿qué es lo que ha pasado? – le preguntó mucho más suave - ¿habéis discutido?

- No – movió la cabeza de un lado a otro y esbozó una sonrisa - nada de eso.

La ClínicaWhere stories live. Discover now