Capítulo 75

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Alba no podía dejar de darle vueltas a la reacción de la pediatra cuando la pellizcó.

¡Natalia se había quejado! eso significaba que lo había sentido, pero había algo que no comprendía y era la actitud indiferente de la pediatra ante ese hecho. Parecía no haberle dado mayor importancia, necesitaba saber si era posible que Natalia estuviese tan enfrascada en la conversación que ni siquiera se hubiese dado cuenta. Y si eso era así, ¿era posible que superase su bloqueo! estaba deseando llegar y hablar con Germán, aunque quizás con quien debiesen hablar era con Vero, pero rápidamente desechó la idea y una sonrisa de triunfo iluminó su rostro imaginando la cara que pondrían todos si Natalia llegase a Madrid andando por su propio pie. Necesitaba preguntarle a Natalia por ello, pero no quería delante de Nancy, porque sabía lo mucho que afectaba ese tema. Había intentado hacerle alguna indicación para que reparase en ello, pero o los había ignorado o no los había entendido y continuaba charlando con Nancy como si tal cosa. La miró distraída, y vio que sus ojos le pedían ayuda, pero no tenía idea del motivo.

- Eh... es difícil opinar sobre ello – dijo intentando salir del atolladero al comprobar que Alba no estaba por la labor de ayudarla.

- Sí, pero... me interesaría mucho saber tú opinión. Alba ya me ha contado lo que hacéis en Madrid y... me gustaría saber si crees que hay posibilidades – le dijo y Natalia sonrió halagada, pero sin idea de a qué se refería.

- ¡Mirad! – exclamó Alba interrumpiendo a Nancy y provocando un profundo alivio a Natalia que se vio libre de pasar el mal rato de confesar que no estaba escuchando – ¡mira Nat! ¡mira! – le dijo al tiempo que el jeep frenaba su marcha.

- Dios ¡qué grande es! – exclamó la pediatra con unos ojos desmesuradamente abiertos - ¿qué es? – preguntó mirando a la enfermera ilusionada.

- Un búfalo – rió Alba – ya los hemos visto antes, Nat.

- Raro que esté solo ¿no? – preguntó sin quitar sus ojos del animal que aparecía majestuosos ante ellos.

- No, no lo es. Suelen echar a los machos jóvenes de la manada – le dijo Nancy mientras todas observaban al animal plantado en mitad del camino, con las patas delanteras ligeramente abiertas, sin la más mínima intención de apartarse ni siquiera por el ruido de los motores – y son los más peligrosos, y agresivos.

- Y está así, suelto – miró Natalia a la enfermera con temor de que se lanzase contra ellos.

- Pues claro, ya estamos adentrándonos en el parque terreno del Parque Nacional y con suerte veremos muchos más animales – sonrió haciéndole una mueca burlona ante su ocurrencia.

- Los límites del parque no tienen barrera física por eso pueden moverse fuera de ellos – le dijo Nancy.

- Entiendo.

- Fuera de estos límites es más difícil luchar contra furtivos y todo tipo de peligros – continuó explicándole la bióloga - cuando subamos esa cuesta ya estaremos dentro del parque.

Ntaalia asintió y siguió mirando por la ventanilla, finalmente, el búfalo se apartó con parsimonia y los dejó continuar la marcha. El jeep subía perezoso por la pendiente, traqueteando ante la irregularidad del terreno y a una marcha que a Natalia se le antojaba lentísima.

- ¿Siempre hay que ir así de lentos? – preguntó al fin.

- Si, es frecuente que los animales circulen y atraviesen el camino, las normas lo exigen para evitar accidentes y atropellos. Entraremos en el parque por la Kichumbanyobo Gate.

La ClínicaWhere stories live. Discover now