Capítulo 45

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Cuando Natalia abrió los ojos de nuevo, Alba no estaba en la cama ni en la cabaña, el sol iluminaba la estancia con toda su fuerza y, ahora sí, se extrañó de que no hubiese vuelto. Le dolían los ojos y recordó el ofrecimiento de la enfermera de llevarle hielo, debía haber aceptado, porque casi no podía abrirlos. El dolor del pecho había desaparecido, pero permanecía una sensación de leve cosquilleo que le acompañaba todos los días al despertar. Se incorporó y dispuso las almohadas para quedar sentada, esperando pacientemente verla aparecer. No le apetecía en absoluto montarse en el coche y desayunar en Jinja, estaba cansada y le dolía la cabeza, pero no iba a negarse. Tenía que disculparse por muchas cosas, pero, sobre todo por cómo la había tratado en el jeep. Debía hacerle entender sus razones, tendría que hablarle de Ana y eso la hacía ensombrecer la mirada y que el leve cosquilleo se acrecentase provocándole palpitaciones.

La puerta se abrió y Natalia preparó su mejor sonrisa para recibirla, pero su expresión cambió al ver que no se trataba de Alba, era Germán el que entraba, con su eterno aire burlón y un vaso de leche con galletas.

- Buenos días, Lacunza – entró sonriente – aquí te traigo ...

- ¿Leche? – lo interrumpió mirando el contenido de la bandeja - ¿Hoy no hay zumo! prefiero el zumo.

- ¿Encima con antojos? – sonrió - Hoy leche que el zumo se ha terminado. Alba se ha tomado el último que quedaba – le explicó soltando la bandeja en la mesilla – y hasta esta tarde no llegan suministros.

- Alba... - musitó pensativa, "sigue enfadada", se dijo convencida de ello, aquel detalle se lo demostraba - ¿Dónde está?

- ¿Alba?

- ¡No! ¿quién va a ser! ¡claro que Alba! – respondió airada.

- Se ha marchado temprano, creo que a visitar a unos amigos, en Jinja – respondió con calma. Moviendo la cabeza de un lado a otro observándola con los ojos completamente hinchados, unas ojeras profundas como hacía días que ya no tenía y una palidez extrema – pero pregúntale a Sara, que ha estado de guardia toda la noche, es la que me lo ha dicho a mí.

- ¿Otra vez a Jinja! pero... si me dijo que iríamos... que... - se calló sin querer revelarle lo que le había dicho la enfermera - ¿volverá muy tarde? – preguntó pensando, "mucho vas a Jinja".

- No sé, si come con ellos sí, imagino que llegará tarde, pero si no, quizás la tengas aquí para vuestro paseito o incluso antes – sonrió sentándose en la hamaca.

- Gracias, Germán – suspiró – no hace falta que te quedes, tendrás cosas que hacer.

- Sí, las tengo, pero... quería comentarte otra cosa... - dijo poniéndose serio y Natalia, que había dejado a un lado las galletas y bebía un sorbo de leche con cara de desagrado, se giró con el vaso en la mano y una mueca inquisitiva en su rostro, recordaba ese tono circunspecto - los resultados del análisis que te hice ayer...

- ¿Qué pasa? – lo miró asustada.

- Nada... ¿esperabas que pasara algo? – le preguntó con intención.

- Eh... no... claro que no...

- Han salido mejor que los anteriores. Vas recuperando fuerzas – volvió a sonreírle.

- Eso ya lo sé. No necesito análisis para eso – respondió con el ceño fruncido, estaba segura de que Germán le ocultaba algo - ¿qué es lo que pasa? – le preguntó directamente al ver que él no decía nada más.

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