Capítulo 127

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Alba llevaba más de media hora esperando ver aparecer a la pediatra, pero no fue así. Se recostó en el sillón sin esperanza alguna, convencida de que una vez más Natalia haría lo que consideraba que debía hacer y no lo que deseaba. Cerró los ojos y se mordió el labio inferior, en un intento de frenar físicamente la congoja que comenzaba a apoderarse de ella. No sabía qué más podía hacer o decir para que Natalia abandonase esa idea de separarse.

- Vamos antes de que me arrepienta.

Alba se incorporó de inmediato. Natalia estaba allí, frente a ella, con las mejillas encendidas, la mirada temerosa y un temblor en sus manos que la volvió loca.

- ¡Nat! – sonrió ampliamente - ¡has venido!

- Queda claro que es algo que queremos las dos sin más implicaciones.

- Muy claro.

- Venga, llévame a ese lugar que conoces – levantó su mano hacia ella.

- Tú también lo conoces – se la tomó con ternura – desde que se levantaron las nuevas chabolas las cabañas están vacías y hay una, la que pega a la pasarela superior, que nunca ha estado ocupada. Isabel está en el otro extremo. María José también.

- ¿Las cabañas? Alba...

- Es lo mejor que vamos a encontrar por aquí, ¿o le parecen poco a la señorita?

- No me refiero a eso... es que... ¿seguro que nadie se dará cuenta?

- Nadie.

- ¿Y Mara y su abuela? ellas no están en el extremo.

- En el centro. No podrán escucharnos. La abuela de Mara está como una tapia y la niña duerme como un tronco.

- ¿Y Fernando?

- ¿Te estás echando atrás?

Natalia suspiró agobiada.

- Deja de pensar tanto. Solo si alguien estuviese en el comedor con las ventanas abiertas podría escucharnos desde este pabellón. El despacho de Fernando da a la parte de atrás.

- Esto es... una locura.

- Estás aquí – sonrió – y no voy a dejar que te arrepientas.

Se situó a su espalda y la empujó hacia la puerta. Pero cuando ya estaba en ella en lugar de abrirla se detuvo.

- Espera, voy a decirle a Fernando que salgo.

- ¡Dios! Estás de guardia, ¿y si viene alguien?

- No va a venir nadie. Es raro que lo hagan.

- Pero y si viene.

- Tengo busca.

- ¿Desde cuándo?

- Desde que estoy en este campamento. Isabel quería tenernos a todos localizados.

- Ven – tiró de ella y la besó con intensidad. Sus dudas se disiparon y los impedimentos se borraron de su mente.

Alba se recreó en ese beso que le supo más dulce que nunca. Un beso maravilloso, que le abría las puertas de ese pequeño paraíso que solo ellas sabían crear.

- Corre – Natalia se separó y le dio una palmada en el culo – avisa a Fernando.

- Y tú ve poniéndote el abrigo, no pensarás salir así.

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