Capítulo 71

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Todo había pasado tan deprisa, la inauguración de la clínica, el regreso de Alba, el asalto, el viaje y... Alba, sus besos, sus caricias, su amor. Tenía la sensación de que la vida a la que estaba acostumbrada se había derrumbado de un plumazo con su llegada y ahora, las ilusiones que habían ido naciendo en su interior, las esperanzas y los planes, volvían a esfumarse de otro plumazo. Suspiró y, finalmente, dejó que las lágrimas que había estado intentando controlar comenzaran a recorrer su rostro, lo escondió entre sus manos y lloró amargamente, preguntándose ¿por qué? ¿por qué ahora que todo parecía arreglase por fin? ¿por qué ahora que se había vuelto a sentir llena de vida? Levantó la cabeza, se secó las lágrimas y sonrió. Sí, el tiempo había pasado muy deprisa en esos escasos tres meses, y quizás esa carrera no pudiese ya frenarse, pero si había algo a lo que estaba decidida era a lograr lo que deseaba antes de que ese tiempo se le escapase entre los dedos.

El convoy circulaba con lentitud, las últimas lluvias habían afectado a la carretera que presentaba profundos surcos en algunos de sus tramos, hasta el punto de obligar a detenerse a los camiones y, bajo las órdenes de André, descender algunos de sus soldados para rellenarlos y facilitar el paso. Eso las estaba retrasando considerablemente y Alba, nerviosa no dejaba de mirar el reloj. Aún les quedaba más de una hora para alcanzar la frontera con Kenia, pero por suerte, salvo esas detenciones forzosas, no habían sufrido ningún otro contratiempo.

Sara iba leyendo una revista médica y Alba miraba por la ventana pensativa. Apenas habían cruzado palabra durante el trayecto, y la joven pediatra la observaba de reojo de vez en cuando, extrañada de su seriedad y su rictus de preocupación, pero no se atrevía a preguntarle qué le sucedía para no dar pie a que Alba le devolviese la pregunta.

- ¿Estás bien? – acabó por decirle.

- Si – se volvió hacia ella esbozando una leve sonrisa.

- Vamos a llegar con bastante retraso, quizás deberías avisar a Laura.

- ¿Crees que podremos? – la miró interrogadora observando la hora.

- Puedes intentarlo en el control de la frontera.

- Sí, creo que tienes razón – suspiró – debería avisarla.

- ¿Seguro que no te pasa nada?

- Seguro – afirmó desviando la vista al exterior.

- Ayer vi muy bien a Nat – intentó cambiar de tema, convencida de que algo la preocupaba y de que podía tener que ver con Natalia.

- Si, está mucho mejor – admitió encarándola – pero no me mientas que anoche tenía un aspecto de pena, ¡estaba muy cansada! – sonrió enarcando las cejas.

- Vale, me has pillado – se encogió de hombros – te veo preocupada y... me preguntaba si... tendría que ver con ella, ¡el otro día estabas tan contenta! incluso anoche.

- No me pasa nada.

- Pues... aunque no te pase nada... me gustaría saber por qué estás tan seria, somos amigas y si tienes un problema... me gustaría que confiaras en mí – le dijo haciendo gala de la sinceridad que siempre la había caracterizado, insinuándole que no la había creído.

- A mí también me gustaría saber por qué te traes secretitos con Nat – le soltó de pronto.

- Eh... yo... no... - balbuceó incómoda, eso le pasaba por preguntar e insistir - perdona no quería molestarte – se disculpó enrojeciendo – ¿no pensarás que Nat y yo...?

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