Capítulo 154

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Natalia entró en la comisaría con prevención. Una extraña sensación la invadió. Aquel lugar solo le traía malos recuerdos. Isabel la esperaba sentada en su mesa. En cuanto la vio llegar, salió a su encuentro y la hizo pasar al despacho de su jefa.

- Aquí estaremos más tranquilas – le explicó con una leve sonrisa, mientras pulsaba el interfono – Luisa, ya puedes avisar de que ha llegado Natalia Lacunza.

- ¿A quién hay que avisar? Creía que tenías algo que decirme.

- Aviso a mi padre.

El comisario Martínez entró en el despacho sin dar tiempo a Natalia a protestar por lo que entendía que era una encerrona de su amiga.

- Doctora Lacunza – le tendió la mano – me alegro de verla, ¿cómo está usted? Sentí mucho lo de su padre.

- Gracias – respondió seca, sin dudarlo - ¿qué significa esto, Isa?

- Tranquila, doctora – fue el Comisario quien respondió – he sido yo quien ha insistido en hablar con usted personalmente.

- Yo no tengo nada que hablar con usted – respondió tajante y miró a Isabel con el ceño fruncido – no me esperaba esto de ti, Isa – le dijo echando la silla hacia atrás – buenas tardes.

- Nat, escúchalo. No es lo que crees.

- Yo a estas alturas no creo nada. Pero no me gustan las encerronas.

- Doctora Lacunza, no se trata de ninguna encerrona. Si he insistido en verla es por... dos razones importantes. La primera... quiero pedirle disculpas por todo lo que le hice pasar el día que estuvo usted en mi despacho. Fui demasiado duro, pero entienda que estaba convencido de que mentía y de que había abusado de su posición para evitar afrontar las consecuencias de sus actos.

Natalia guardó silencio. No le valían aquellas disculpas. Llevaba meses poniendo zancadillas a su proyecto. No se trataba solo de lo sucedido en su despacho. Si no de la actitud de ese hombre que no era trigo limpio y su propia hija lo sabía. ¿Qué pretendía con todo aquello?

- Le repito que... no tengo nada que hablar con usted. Acepto sus disculpas, pero me marcho de aquí ahora mismo.

- Nat, por favor - Isabel se levantó de su asiento – no te marches. Tenemos que hablar contigo de algo muy importante.

La pediatra suspiró y se acercó de nuevo a la mesa.

- ¿De qué?

- Le he dicho que quería verla por dos motivos. El primero era...

- Disculparse, sí – Natalia lo interrumpió impaciente – vaya al grano.

- Muy bien, el segundo es que, quería ser yo el que le hablara de su padre.

- ¿Mi padre? No entiendo – Natalia bajó la guardia y miró desconcertada a Isabel.

- Escúchalo y entenderás – le pidió Isabel.

- Tengo fundadas sospechar para creer que su padre no se suicidó. De hecho... me consta que no pudo ser así.

- ¿Qué? – los ojos de Natalia se abrieron de par en par mirando de uno a otro.

- Esa misma tarde hablé con él y... Mikel tenía miedo de lo que pudieran hacerle a usted y a su madre, si él hablaba.

- ¿De qué tenía que hablar?

La ClínicaWhere stories live. Discover now