Capítulo 67

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No tardaron ni veinte minutos en meter todo en la cabaña y cambiarse de ropa. Alba no paraba de reír de ver la prisa que se daba Natalia en hacerlo todo, en su afán por volver a salir cuanto antes, hasta el punto de pretender dejarse atrás la mitad de las cosas que la enfermera consideraba necesarias.

Finalmente, y perfectamente equipadas, volvieron a tumbarse sobre la arena. De nuevo Alba abrazaba por detrás a la pediatra que se mostraba entusiasmada con todo lo que veía. No podía imaginar una felicidad más completa y sus ojos eran reflejo de ello. Continuamente se volvía hacia la enfermera, solo por el gusto de perderse en su mirada y compartir aquellos instantes de calma. Se moría por besarla, pero temía que allí, aunque todo parecía desierto, tampoco pudieran.

- ¿Estás a gusto? – le preguntó Alba al ver que llevaba un rato sin mover un solo músculo.

- Hummmm – fue su respuesta.

- ¿Quieres agua?

- No – musitó.

- ¿Seguro! mira que no quiero que me des un susto como el primer día – le recordó ofreciéndole la botella - ¿entonces no quieres? – insistió.

Natalia negó con la cabeza, y Alba se inclinó ladeándole un poco el sombrero y la besó en la mejilla, momento que la pediatra aprovechó para girar la cabeza de forma que sus labios se rozaron levemente provocando en ambas una excitación especial. Se mantuvieron unos instantes la mirada y Natalia entreabrió la boca deseando ese beso. Sin embargo, la enfermera sonrió y le señaló mar adentro.

- Es la hora – dijo.

- ¿Hora de qué?

- Tú mira al mar y espera.

La pediatra obedeció y al cabo de apenas dos minutos se sentó como movida por un resorte, volviéndose hacia ella con los ojos como platos y una expresión entre sorprendida y admirada.

- ¿Has visto eso?

- Ya te dije que era la hora – soltó una carcajada al ver su rostro emocionado – pero... ¡no me mires a mí! ¡mira al mar! – rió dándole la vuelta y recostándola sobre ella como estaban haciendo unos momentos antes.

Inmediatamente otra ballena efectuó uno de sus mejores saltos.

- ¡Mira! ¡Mira! – exclamó Natalia señalando el punto en el que acaba de desaparecer - ¡es impresionante! están cerquísima.

- Sí que lo están, pero no pasan de ahí, a veces, playa abajo, hay un... digamos espectáculo, para los pocos turistas que llegan a estas playas, y que pagan por montar en barcazas y adentrase un poco para sacar buenas fotos de los saltos.

- ¿Y es así todos los días?

- En esta época si, pero solo en esta época, de mediados de julio a mediados de septiembre, luego no ves ni una.

- ¡Otra! ¡otra! – exclamó con ilusión – son... son... es... - se calló sin encontrar una palabra lo suficientemente elocuente que mostrara lo que le hacía sentir ese espectáculo natural.

- ¿A que impresiona?

- ¡Mucho! – exclamó de nuevo volviendo su rostro hacia ella y quitándose el sombrero.

- Nat.... – la recriminó.

- ¿Podemos?

- ¿El qué? – le preguntó sorprendida.

- ¡Besarte! me muero por hacerlo desde que hemos llegado pero... no sé si.. aquí tampoco...

Alba sonrió y asintió inclinándose hacia ella.

La ClínicaWhere stories live. Discover now